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Desde agosto de 2010 cuando Mexicana de Aviación canceló todos sus vuelos locales e internacionales, las operaciones aéreas entre Colombia y México perdieron a uno de los cuatro jugadores que servían el activo mercado bilateral y garantizaban el eficiente cubrimiento de la ruta.
Mexicana junto con Aeroméxico y las locales Avianca y Copa se repartían una torta que a cifras de hoy sobrepasa los 200 mil pasajeros por año, 80 mil procedentes de Ciudad de México y 120 mil de Bogotá.
Con un operador menos, los tres competidores restantes han mejorado su tajada pero también han comprometido la calidad del servicio. La progresiva demanda de pasajeros contrasta con la reducción en la oferta de sillas y obliga al usuario a precomprar tiquetes con suficiente antelación. Para dar cumplimiento al convenio existente que permite la presencia de dos aerolíneas por país y ruta, la compañía azteca Interjet solicitó autorización para reemplazar a Mexicana con siete vuelos semanales, pero en octubre pasado la Aerocivil negó su requerimiento. Interjet es una joven compañía de bajo costo, en auge e inmersa en un proceso de expansión por Centro, Suramérica y el Caribe.
En los corrillos del sector se rumora que la negativa de la Aeronáutica obedece a las presiones ejercidas por algunos de los operadores actuales que pretenden seguir beneficiándose con la menor competencia y se resisten a entrar en guerra de precios con una aerolínea de bajo costo. Voceros de la entidad, al contrario, sostienen que la dificultad radica en que Mexicana sigue siendo oficialmente la compañía acreditada por su gobierno como aerolínea designada dentro del acuerdo bilateral.
Sin embargo, pasados veinte meses de estar sometida a concurso mercantil por su grave deterioro financiero, con deudas cercanas a los US$1.200 millones, Mexicana, otrora la segunda aerolínea de su país, sigue postrada en cama, aunque bien es cierto que acaba de salir de cuidados intensivos. El traspaso ante notario de las acciones de su quebrado dueño NGA al grupo Med Atlántica, que oficializó un depósito de US$300 millones y asumirá como nuevo propietario, prende algunas luces. Pero el camino que aún le queda es largo y culebrero. Falta reestructurar los elevados pasivos pendientes con acreedores y obtener el certificado de operador aéreo para reiniciar actividades.
Entre tanto, las empresas restantes seguirán aprovechando el creciente mercado que, como la ley física, mientras crece en longitud, baja en frecuencia.
gsilvarivas@gmail.com
