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Batipapas globales

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Gonzalo Silva Rivas
17 de febrero de 2016 - 02:32 a. m.
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Los viajes papales van más allá de ser protocolarias visitas de Estado con intereses sociales o religiosos.

La importancia espiritual del pontificado, sumado a su nueva faceta política y al carisma despertado por sus últimos representantes, los convierten en acontecimientos turísticos, con amplia difusión mediática en las regiones católicas, multitudinarias movilizaciones de fieles y muy buenos dividendos para las economías locales.

Fue Pablo VI, hacia mediados del siglo pasado, quien decidió traspasar las fronteras del Vaticano para extender hasta otras latitudes la presencia papal en persona, llevando consigo un lenguaje más directo y terrenal. Partió de Italia nueve veces, siendo el primer gran jerarca en poner pie en América Latina, en 1968, para presidir en Bogotá la II Conferencia General del Episcopado regional.

Su sucesor, Juan Pablo I, no alcanzó a salir de la Sede Apostólica porque una muerte tan repentina como controvertida puso término a su pontificado de escasos 33 días, uno de los más breves de la historia. Su efímero período resultó igual de sorprendente a su rápida elección, realizada tras escasas cuatro votaciones, en un conclave inusualmente rápido, que contrastó con la profunda división ideológica que enfrentaba el Colegio Cardenalicio en aquel entonces.

Juan Pablo II lo reemplazó y se convirtió en el gran líder global. En materia de viajes impuso un récord difícil de superar. En 26 años y 168 días como jefe de la Iglesia universal visitó 130 países, algunos hasta en cinco ocasiones, como México, España y Estados Unidos. Durante su mandato siempre fue noticia y devoró un millón 200 mil kilómetros, es decir más de treinta veces la vuelta al mundo y tres veces la distancia que separa a la tierra de la luna.

Resultó siendo un papa de multitudes. Atraía y convocaba viajeros de todos los rincones. Casi todas sus visitas despertaban furor y atiborraban escenarios. En Nicaragua, Paquistán o Portugal. En su Polonia natal, 250 mil feligreses reventaron la antigua Plaza Victoria de Varsovia para acompañarlo en su primera misa. En Filipinas registró un histórico recibimiento: cuatro millones de personas -buena parte turistas- se congregaron en un mismo recinto para escuchar su estrategia para la nueva evangelización.

Benedicto XVI, al contrario, permaneció siete años y 135 días al frente de las riendas vaticanas y se caracterizó por su mesurado espíritu viajero. Recorrió 28 países, en su mayoría europeos, con un par de salidas a Asia y África, y cuatro romerías por territorio americano.

Ahora, Francisco, próximo a cumplir el 13 de marzo sus tres años de pontificado, nuevamente le pone el acelerador a la travesía papal por el planeta. En tan escaso tiempo completa una veintena de naciones recorridas y ya prepara su itinerario para 2017, en el que Colombia figura como uno de sus destinos, sin condicionamiento a la suerte que corran las negociaciones en La Habana.

La prioridad del pontífice argentino ha sido el continente americano. Brasil, Ecuador, Paraguay, Bolivia, Estados Unidos, Cuba y México recibieron en vivo su mensaje apostólico y social, y a todos ellos -cual imán- les generó en su ocasión un impulso turístico y un generoso derrame económico.

Durante su visita a Sudamérica, en julio pasado, el papa Francisco reafirmó su magia para dinamizar divisas. Bolivia refrescó sus arcas con US$134 millones; Quito recibió ingresos por US$13.5 millones, y Paraguay atrajo 90 mil extranjeros. Dos años antes, en Río de Janeiro, durante la Jornada Mundial de la Juventud, le dio un primer respiro a la presidenta Rousseff, gracias al aporte de US$550 millones que en media semana dejó el turismo.

El atractivo espiritual del papado parece enriquecerse con el liderazgo político y el discurso postmodernista que le empieza a inyectar a su caduco y conservador mandato. Su capacidad para transformarse en símbolo universal –dentro de una de las iglesias con más seguidores en el mundo- permitirá congregar no solo más fieles a su rebaño sino más turistas a su paso.

Como en la ciencia ficción del superhéroe Batman, el Vaticano necesita remozarse y mostrarle al mundo un nuevo rostro. Ello se logrará haciendo la transición entre los viejos ídolos enclaustrados en oscuras baticuevas y los audaces y carismáticos Batipapas globales.

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5
 

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