Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Ante la amenaza que representan las oleadas de viajeros que impactan sus frágiles ambientes ecológicos, algunas islas del Caribe se están tomando en serio el compromiso de convertir en zona de turismo sostenible la cuenca de la región.
Un reciente acuerdo, ratificado hace dos años por los países del entorno caribeño, se encauzó hacia la búsqueda de ese propósito, y con una clara decisión política varios de sus miembros vienen dando los pasos necesarios para volverlo realidad.
El turismo constituye hoy en día la principal fuente económica para la región, con ingresos que superan el 40% del PIB de cada país. Ese desbordante crecimiento de la industria -que a nivel mundial registra las tasas más elevadas del sector económico- pone en condición de riesgo los recursos y potencialidades naturales de esta parte del continente, y prende señales de alarma sobre las graves consecuencias que se derivan de esta situación, la misma que tanta afectación ha provocado en áreas equivalentes, como sucede con la cuenca del Mediterráneo europeo.
Los estados del Caribe saben bien que su futuro depende de la sostenibilidad turística y que si no garantizan la preservación de sus diversidades culturales y ambientales, a corto plazo quedarán depredados y por fuera de la torta receptiva internacional. De tiempo atrás Cuba se cura en salud y maneja programas de turismo sostenible, cuyos resultados en el componente natural muestran avances positivos para evitar la contaminación y preservar la biodiversidad.
Sin embargo, a comienzos de esta década saltó al escenario global un pequeño país de tan solo 112 kms2, que vuela como satélite en el cumplimiento de las metas trazadas por la comunidad caribeña para el cuidado y protección del medio ambiente. Se trata de la holandesa isla de Aruba, alimentada principalmente por mercado estadounidense, venezolano y colombiano, y que con sus 108 mil habitantes adelanta planes de acción exitosos para optimizar sus prácticas ambientales, salvaguardar el patrimonio natural y cultural, educar sobre principios de sostenibilidad a nativos y viajeros e irrigar progreso a las comunidades locales.
Aruba va en camino de posicionarse como la isla más importante del Caribe. Se fijó un plazo de cinco años para abastecerse en un 100% de energías limpias, que de lograrlo lo convertiría en el primer país del mundo en hacer la transición completa de combustibles fósiles a energía ecológica. La cuota inicial de esta meta la acaba de dar con la inauguración del parque eólico Vader Pie, que aporta el primer 20%, y avanza en un segundo para ampliar la cobertura al 40%. Un tercer parque de energía solar y de conversión de residuos se abrió en el aeropuerto Reina Beatriz.
La National Geographic lo destacó esta semana como el destino que implementa las más audaces transformaciones en turismo sostenible, dentro de un proceso que involucra a pobladores y turistas. La isla se presenta firmemente alineada en la lucha contra el cambio climático y su suma de actividades -desde la creación de corredores verdes, ciclorutas y mejoras en el transporte público, hasta la remodelación ambiental del centro de Oranjestad, su capital, y su nuevo tranvía de energía renovable-, define un modelo ejemplar para el continente, que se empieza a replicar en seis países de la cuenca.
Desde que comenzó a trabajársele a la sostenibilidad, a principios de la década, con iniciativas de protección al medio ambiente, la isla no solo ha logrado ahorrar US$50 millones sino que supera la barrera del millón de turistas. Situación que demuestra, de manera contante y sonante, que el turismo verde también trae… más billetes verdes.
gsilvarivas@gmail.com
