No son pocos ni nada fáciles los desafíos que deberá sortear Gustavo Lenis en la dirección de la Aeronáutica Civil, donde acaba de acomodarse para reemplazar a su coterráneo vallecaucano Santiago Castro.
Muchas tareas se encuentran pendientes por resolver y ejecutar, y sobre ellas deberá poner en juego su talante empresarial y ejecutivo para garantizar avances, además de introducir ajustes al interior de ciertas dependencias que dan muestras de encontrarse infestadas por desgreño y corrupción.
El retraso de la infraestructura aeroportuaria es un serio problema acumulado por largos años, al que tendrá que metérsele el diente para hacer competitivo el sector. La modernización de las terminales aéreas –hasta ahora algunas han sido mejoradas- y la expansión de Eldorado, cuyas instalaciones empiezan a sentirse estrechas ante la inesperada movilización de más de 28 millones de pasajeros, se vuelve una necesidad que habrá que abordarse de inmediato.
Los crecientes costos y demoras en la entrega del Centro de Gestión Aeronáutica y en la demolición del viejo edificio del aeropuerto bogotano confirman inconsistencias en estudios y diseños, prenden alarmas sobre millonarias demandas contra la entidad, y alertan a organismos de control, como es el caso de la Contraloría General donde se ventila ya una investigación con responsabilidad fiscal por sobrecostos en la nueva torre de control, que superan los $23 mil millones.
El traslado de la aviación militar de Catam hacia un nuevo terminal complementario en Madrid, la instalación de modernos sistemas de aeronavegación, la estructuración de concesiones aeroportuarias, el control efectivo a los abusos de las aerolíneas, e incluso un problema menor sin resolver, como la conexión del servicio de TransMilenio a Eldorado, son otros retos que pondrán a prueba su capacidad de gestión.
El ex presidente de Avianca, sin embargo, reúne pergaminos gerenciales para mostrar resultados, pero ojalá cuente con la independencia y el respaldo del Gobierno nacional para no dejarse manosear por la politiquería que desde hace tiempo anida intereses en la Aerocivil, en buena parte direccionados desde las cumbres conservadoras.
Lenis Steffens tendrá que ordenar la casa, mejorar las relaciones con los trabajadores y fijar bien el ojo en el sector donde gravita la seguridad aérea, blanco de denuncias sobre eventuales irregularidades en el manejo de los manuales de funciones para dar pie a la contratación de inspectores que no cuentan con los requisitos y perfiles para calificar a los avezados pilotos comerciales, pero que si gozan de jugosos viáticos.
Volver el carácter civil a la Secretaría del ramo, un área que debería ser técnicamente invulnerable, sería un posible cambio de tercio para tapar ese agujero negro que hoy devora presupuesto y coloca en niveles de alto riesgo la seguridad aérea del país.
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