Publicidad

Circula la incertidumbre

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Gonzalo Silva Rivas
12 de marzo de 2014 - 04:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

En la mayoría de las grandes ciudades del país la movilización se viene convirtiendo en pesadilla para sus habitantes y en viacrucis para los turistas.

Desplazarse por ellas resulta una experiencia poco alentadora para los visitantes que pretenden disfrutar, junto a una atractiva oferta de patrimonio cultural, arquitectónico y ambiental, de unos eficientes servicios de transporte público.

Cuando los sistemas de transporte, bien sea colectivos o individuales, funcionan mal se atenta contra la lógica de una actividad que requiere de una adecuada fluidez en los desplazamientos urbanos para garantizar tanto el aprovechamiento de los sitios más importantes de una ciudad como la calidad del viaje. La limitante en la movilidad de los turistas ensombrece la imagen acogedora y segura de cualquier destino.

Los sistemas integrados que se desarrollan a lo largo del país son el soporte para la movilización de los turistas, pero todos advierten problemas en materia administrativa, operativa, física, espacial y socio cultural, que se suman a los que conllevan la inseguridad en el servicio de taxis, las demoras por las congestiones que genera la alta motorización y el deterioro de la infraestructura vial. Plantean, en consecuencia, crecientes desafíos para hacer de las nuestras unas ciudades más atractivas, funcionales, amables, sostenibles y generadoras de divisas y de inversiones.  

En Bogotá, el TransMilenio, tan celebrado hace catorce años cuando debutó como una alternativa confiable y positiva, recorre las vías del colapso. Echarle toda el agua sucia a la administración de Petro por este descalabro es injusto. El TransMilenio, sistema complementario de transporte, creado bajo la estructura de negocio privado donde la rentabilidad prima sobre la calidad del servicio, se echó a rodar improvisadamente por falta de visión y voluntad política frente a la construcción del metro. Acumula casi dos lustros de retraso en el crecimiento de su malla vial, resultado de la suspicacia de la administración de Lucho Garzón y la corrupción que encarnó la de Samuel Moreno.

La ciudad lleva largas décadas perdidas en materia de movilidad. Desde 1966, cuando los japoneses ofrecieron financiar y construir la primera línea de un tren urbano, y años después cuando algunos alcaldes, como Hernando Durán y Jaime Castro, le metieron el hombro al tema, el metro se consideró una prioridad y se contempló como realista alternativa para una ciudad que corría con la proyección de una gran metrópolis. Pero en 1998, el hoy candidato presidencial Enrique Peñalosa no solo desmontó el proyecto de su programa de gobierno sino que nos montó en la vacaloca de este sistema alternativo. Del Metro, que debería estar rodando como soporte principal de un modelo de transporte multimodal -y que por fortuna retoma Petro- solo circula la incertidumbre.

gsilvarivas@gmail.com

Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.