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Colcha de retazos

Gonzalo Silva Rivas

13 de diciembre de 2011 - 06:00 p. m.

Dentro de la larga lista de damnificados por la cruda temporada invernal que casi sin respiro azota al país desde el año pasado, se encuentran las operaciones aéreas.

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Los principales aeropuertos nacionales han tenido días críticos y Eldorado, primero en movimiento de carga y tercero de pasajeros en América Latina, ha sido afectado por cierres de pista y cancelaciones de vuelos. Las recientes escenas de congestiones de viajeros histéricos podrían multiplicarse para estas vacaciones si la “maldita Niña” -el karma que dice tener el presidente Santos en su gobierno- no da una buena tregua, y las adversas condiciones atmosféricas le siguen haciendo el juego a las dificultades logísticas que generan las obras que se adelantan en la terminal.

Pero las fuertes lluvias desnudan una vez más las falencias del aeropuerto bogotano, construido sobre un inmenso humedal, que responde a un comportamiento natural y tiende a inundarse por acción de las altas precipitaciones. El área que ocupa, junto con las localidades circunvecinas de Fontibón y Engativa y buena parte de la Avenida Eldorado, pertenece al humedal Jaboque, destruido y fragmentado en más de 700 hectáreas, y por eso no extraña que barrios del sector resultaran inundados, se restringiera el acceso vial por su única avenida, y la zona sur de la pista 2 estuviera en riesgo de anegarse por la rotura de un jarillón, blindaje que protege al aeropuerto pero incomprensiblemente perjudica a las vecindades residenciales al desplazarles el agua retenida.

La construcción de Eldorado en 1955 fue un llamado al progreso pero también al desorden, la improvisación y la falta de planeación. Estimuló el crecimiento desaforado e informal de la ciudad a su alrededor con la edificación precipitada de zonas residenciales, industriales y comerciales; exigió atender sin debida programación su propio desarrollo mediante la ampliación de infraestructura y la construcción de una segunda pista -limitada por serias restricciones-, y provocó un penoso caos vehicular por la carencia de vías de acceso para atender no sólo las necesidades del aeropuerto sino las del inmenso y creciente flujo de personas que residen o trabajan en el populoso cordón urbanístico contiguo.

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Autoridades nacionales y distritales no han asumido responsabilidades para planificar el crecimiento de esa vasta zona de la ciudad. Eldorado se ha desarrollado sin visión ni proyección de futuro; sin consideración alguna sobre su entorno, y sin compromisos ni obligaciones con Bogotá y con los municipios vecinos. Se extiende como una colcha de retazos.

gsilvarivas@gmail.com

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