En 11 días la Casa de Nariño estrenará nuevo residente y comenzarán a tomarse decisiones que incidirán, de una u otra manera, en todos los sectores de la economía nacional, cuyo modelo está en el centro de las discusiones de los dos candidatos que disputarán el voto popular el 19 de junio, ambos con visiones diferentes y con disposición de introducir reformas.
El outsider, Rodolfo Hernández, pretendido por el partido de gobierno y demás movimientos de la derecha, lo considera un modelo fallido porque subestima ventajas competitivas que lo diferencian en el mercado internacional, pero, seguramente, no estaría dispuesto a darle un giro significativo, de verse obligado a romper su promesa de desechar alianzas con sus recientes contradictores, ante potenciales problemas de gobernabilidad, por carencia de representación política en el Congreso. Entre tanto, su contraparte, el líder de la izquierda, Gustavo Petro, tiene una propuesta estructurada y plantea aplicar lo que denomina una democratización de la economía, soportada en la generación de trabajo.
Dentro del escenario económico nacional, el turismo juega un papel importante y su futuro depende de la valoración que, como estrategia económica, haga la próxima administración y de la voluntad política que tenga para impulsarlo como herramienta de desarrollo. A raíz del acuerdo de paz, en 2016, el sector consiguió visibilizarse e iniciar un positivo proceso de crecimiento, con generación de empleo e ingreso de divisas, para ubicarse como una alternativa promisoria. Su competitividad, en los próximos cuatro años, estará ligada a las políticas públicas que le marquen el rumbo al Estado, con sus consecuentes factores sociales, económicos, ambientales y de seguridad.
Las referencias públicas sobre el sector por parte de los dos aspirantes hasta ahora han sido escasas y el norte hacia el que se direccionarán sus propuestas se resume en unas cuantas líneas incluidas en sus plataformas programáticas. Sin embargo, tanto el uno como el otro han reconocido el papel que puede jugar la actividad dentro del proceso de recuperación económica, dado que su nivel de participación en el PIB mantiene signos de progresión en los últimos años. En 2020 su aporte alcanzó el 2,1%, pero, encadenado a los sectores gastronómico, de transporte y entretenimiento, supera la tajada del 7%.
En esta columna nos detendremos en lo que plantea el ingeniero de Piedecuesta, Santander, quien ha mostrado desconocimiento geográfico del país, carece de una directriz clara sobre el tema y solo en contadas excepciones a referenciado sus propuestas para el sector. Su discurso prioriza la lucha contra la corrupción, un fenómeno que carcome al Estado en todos sus niveles, alimenta debates y, paradójicamente, lo tiene enredado ante la propia Fiscalía, donde le reposan varias investigaciones por presuntas irregularidades denunciadas cuando ejerció la alcaldía de Bucaramanga.
Como mandatario municipal se le recuerda por la terminación de las obras del Teatro Santander, uno de los mejores del país, que ha servido para reactivar eventos y atraer turismo, industria a la que percibe como una alternativa económica viable, que debe ser direccionada hacia actividades menos contaminantes, en momentos en los que a nivel global se hace necesario adoptar urgentes medidas para combatir el cambio climático.
Su interés, en consecuencia, se enfocaría en el fomento de un turismo sostenible, en armonía con la naturaleza, como valor agregado de marca país, a partir de una política pública trazada por su despacho, para cuyo fin requerirá rodearse de un ministro idóneo. Sobre dicha base se estructuraría una alternativa de turismo experiencial, articulada con el medio ambiente, en áreas gastronómica, de salud, estética e industrial, y se promovería en el exterior una oferta ecológica y cultural, en la que estarían empaquetados los parques nacionales, que exteriorice la biodiversidad del país.
Los pequeños municipios, por el momento no se sabe cuáles, tendrían cabida en su gobierno, por cuanto anuncia con intervenir infraestructura aeroportuaria regional, a fin de integrarlos al mercado comercial y, luego, consensuar con las empresas de aviación su inclusión en las redes de itinerarios. Sobre estas, propone abrir el espacio aéreo a nuevas aerolíneas para ampliar la oferta nacional e internacional, y promete concertar con los operadores locales una reducción en el valor de los tiquetes para los vuelos domésticos.
El candidato, también, expresa interés en estimular el incremento de la infraestructura hotelera y en atraer inversionistas a gran escala, poniendo como ejemplo a Punta Cana, en República Dominicana, donde se prioriza una batería de incentivos fiscales a los empresarios, semejante al modelo puesto en marcha por Álvaro Uribe en su primera administración, con el que se suspendió, por treinta años, las exenciones tributarias a la hotelería, un estímulo fiscal que facilitó la renovación y construcción de establecimientos de hospedaje en varias regiones del país.
En su plan de gobierno, enfatiza en que la capacitación de personal, la extensión de cobertura en bilingüismo, la calidad del servicio y la atención, deberán ser la materia prima para optimizar los circuitos de gastronomía, hotelería y transporte. Y a nivel institucional plantea revivir el lema de “Colombia es pasión”, una estrategia promocional lanzada por Proexport y el sector privado, en 2005, cuando el país enfrentaba serias turbulencias en materia de orden público.
Escenario que pareciera revivirse, pues a juicio de Rodolfo Hernández, después del rol que jugó el acuerdo de paz con las Farc para lograr el despertar turístico del país, la seguridad ha retrocedido en estos últimos años, reviviendo viejos temores entre los viajeros y frenando su proyección como destino. Pero este hombre impetuoso, autoritario, explosivo y ligero de boca, tiene coincidencias sobradas con el expresidente Uribe, y resultaría probable que una política suya de seguridad, tal vez, no sea tan democrática. Al final de cuentas, Colombia es pasión.
En campo ajeno. El excandidato presidencial Federico Gutiérrez demostró el talante ético y moral de gran parte de los políticos colombianos. En uno de los últimos debates públicos afirmó que Rodolfo Hernández es un falso mesías de la lucha contra la corrupción, que su hijo casi que la legalizó llevándola a notaría y que, si alguien tiene, hoy, un grave proceso por corrupción en la Fiscalía, son él y su hijo. Sin embargo, una vez derrotado en primera vuelta, anunció su respaldo al ingeniero y se inclinó como su aliado. Por lo visto, a Fico, la corrupción en Colombia le parece un mal menor.