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No resulta sorprendente que el turismo, uno de los sectores económicos de mayor crecimiento y proyección en el país, se encuentre bajo el eficiente control de las mujeres.
Poco a poco la presencia femenina ha venido tomándose los espacios de poder de esta industria y ha contribuido -desde las postrimerías de la última década- a su rápida transformación como uno de los pilares de la economía colombiana.
Su protagonismo se expande por toda la cadena productiva, desde los niveles inferiores hasta las más altas esferas decisorias en las que ha puesto a prueba, con evidentes resultados, su liderazgo y capacidad gerencial. La participación de la mujer en nuestro sector turístico supera la media regional, por encima del 54 por ciento, dando pie a una revolucionaria coyuntura de género que le inyectó nuevos aires a los procesos de planificación e implementación de la industria.
Lo que de unos años para acá se configuraba como una silenciosa representación centralizada casi exclusivamente en puestos administrativos y de servicios, en el ejercicio de cargos profesionales y poco calificados, se ha convertido en un atractivo “boom” que oxigena las cumbres empresariales. Es común encontrar por estas épocas ejecutivas de alto calibre presidiendo las salas de juntas de las compañías aéreas, operadoras de viajes, hoteles, hostales, restaurantes, oficinas de turismo y otras entidades vinculadas con el sector.
La ministra de Comercio, Cecilia Álvarez; la viceministra de Turismo, Sandra Howard; la presidenta de Procolombia, María Claudia Lacouture; la directora del IDT, Adriana Gutiérrez, las presidentas de Corpoturismo, Zully Salazar; de Anato, Paula Cortés, y de Acodrés, Claudia Barreto; las directoras de Acolap, Ángela María Díaz, de Parques Naturales, Julia Miranda, y de Artesanías, Ana María Fries, e incluso la presidenta de la Cámara de Comercio de Bogotá, Mónica de Greiff, entre otras muchas, llevan de diversas formas la vocería de una industria que crece y se trepa dentro del producto interno bruto del país con una participación cercana al 6 por ciento.
Como se recordó en anterior oportunidad y en esta misma columna, son todas ellas mujeres con visibles resultados de gestión que se mueven con soltura productiva en el escenario turístico nacional, gracias a su profesionalismo y capacidad de sacrificio.
El liderazgo femenino en la industria redujo las viejas barreras en el ámbito laboral y dejó de ser noticia para volverse cotidianidad. Estas mujeres, como todas aquellas que las precedieron en tiempos recientes o ejercieron protagonismo desde otras entidades del sector, han sabido enfrentar los desafíos y revaluar los viejos estereotipos y la discriminación de género que por tanto tiempo sepultó al turismo colombiano, y que aún se mantiene vigente en muchas otras actividades de la vida nacional.
Todavía falta camino por recorrer pero la velocidad del cambio es evidente en esta industria que sufre en Colombia las complejas convulsiones de nuestras dificultades políticas, económicas, sociales y de orden público. El entorno femenino comienza a traspasar esa invisible línea que por siglos la sociedad les impuso a las mujeres, quienes hoy -con una positiva lista de resultados- le ponen su tatequieto a la patriarcal cultura de la corbata.
gsilvarivas@gmail.com
