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De par en par

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Gonzalo Silva Rivas
13 de abril de 2016 - 02:34 a. m.
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La adjudicación a un consorcio colombo estadounidense de la concesión del Hotel El Prado, que será administrado por la Marriot International, pone punto final a una década de incertidumbre.

Cierra un capítulo contingente sobre la suerte del patrimonio arquitectónico y cultural más emblemático de Barranquilla -que a poco estuvo de perderse para el turismo- y permite poner en blanco y negro su actual situación financiera, donde ronda el fantasma de un pasivo pensional y laboral cercano a los $6.000 millones.

La firma del contrato despeja el horizonte tras superar un largo y sufrido proceso de fallidas licitaciones que despertaron escaso interés entre los potenciales clientes, debido a las exigentes condiciones impuestas y a los inciertos índices de rentabilidad. Las inversiones mínimas requeridas para la recuperación de su infraestructura física y de servicios superan los $22.000 millones, suma que deberá retornarse durante los treinta años de explotación comercial. La demora de conseguir un proponente dio pie para que el alcalde Alejandro Char planteara la posibilidad de que Distrito y Gobernación asumieran la renovación y licitaran la administración entre cadenas hoteleras de cinco estrellas.

Con la aparición del concesionario FTP como inversionista y de la Marriot International como operadora, las aguas recobran la calma. El consorcio, conformado por la compañía californiana FTP Investment Corporation, responsable del 55% de la inversión, y la barranquillera Espidel Ltda, encargada del 45% restante, asume el compromiso de suministrarle la necesaria dosis de oxígeno al hotel y de posicionarlo como ícono de la hotelería barranquillera. El nuevo escenario pone en ganancia la apuesta del Fontur de encontrar un osado inversionista y un operador de quilates, levanta el ánimo de los barranquilleros y resucita uno de los emblemas de la hotelería colombiana.

El Hotel El Prado, con su imponente edificación de estilo neoclásico republicano, declarada bien de interés cultural en 2005, resumió los más altos estándares de la hotelería europea y fue en sus épocas doradas el centro social, político y económico del Caribe colombiano. Cuando se dio al servicio en 1930, se convirtió en el primer hotel de categoría internacional que tuvo el país, administrado en sus mejores momentos por la Intercontinental Hotels Corporation. Sin embargo, a finales del siglo pasado su historia se silenció al caer en manos del narcotráfico y, luego, en 2004, por vía de extinción, a las de la controvertida Dirección Nacional de Estupefacientes.

Tras su declaratoria de extinción comenzó a padecer una fuerte sequía de inversiones que lo llevó a cuidados intensivos. El paso del tiempo se refleja en el evidente deterioro de sus instalaciones. Las hermosas habitaciones clásicas perdieron su encanto, el decorado se desdibujó y la tecnología digital no asoma. Los equipos industriales y el mobiliario son obsoletos, el piso envejeció y varios de sus animados salones públicos fueron cerrados. Entre ellos, el flamante restaurante Príncipe Eduardo, donde millonarios negocios se sellaron y se acordaron inquietantes alianzas políticas alrededor de sus impactantes muebles rojos.

Durante estos años de declive también se agitaron las relaciones con los sindicatos. Ochenta trabajadores, treinta de ellos pensionados, quedaron a la deriva y multiplicaron la abultada carga laboral y pensional. Con el concesionario ingresan a una sala de espera que definirá sus nuevas condiciones de trabajo. El primer paso de consorcio será definir la continuidad de los vínculos laborales y el respeto a la garantía de los derechos, temas sobre los que se tejen sensibles interrogantes. Y el segundo, aliviar el pasivo con un aporte preliminar de $4.800 millones.

La renovación del hotel será larga y costosa porque no hay frente que se escape del olvido. Restauración y mantenimiento físico y arquitectónico, dotación y operación entran en la lista de prioridades del concesionario, que deberá arrancar con otra inversión mínima proyectada en $21.300 millones. Dados los primeros pasos, el hotel empezará a ser administrado por la Marriot International, a través de su más reciente marca, la Autograph Collection, promotora de un exclusivo portafolio de hoteles boutiques de peculiar personalidad, que se toma las principales ciudades de Europa y América Latina.

El contrato suscrito desvanece la incertidumbre. Y para resucitar aquellas opulentas transacciones monetarias y políticas del Príncipe Eduardo y servir optimismo sobre sus renovadas mesas, es de esperar que el legendario hotel -que un día estuvo a punto de cerrar sus puertas- ahora pueda abrirlas de par en par. 

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5
 

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