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De trofeos a estrellas

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Gonzalo Silva Rivas
07 de septiembre de 2016 - 02:35 a. m.
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El futbolista Cristiano Ronaldo se suma al grupo de los famosos que decide invertirle capitales a la industria hotelera para formar parte de su glamurosa plantilla.

Ronaldo acaba de abrir el CR7, un suntuoso resort de 48 habitaciones, bañado por las aguas del mar Atlántico. Ubicado en Funchal, su ciudad natal, al sur de la volcánica y paradisiaca isla portuguesa de Madeira, es el primero de cuatro establecimientos que planea lanzar, de la mano del grupo Pestana, en zonas igualmente exclusivas de Lisboa, Madrid y Nueva York. El ojo ya lo tiene puesto en el céntrico distrito de La Baixa, la emblemática Gran Vía y la comercial zona de Times Square.

El máximo goleador del Real Madrid sigue los pasos de varias celebridades del cine, la música y el deporte que resolvieron bautizarse y consagrarse como empresarios hoteleros con la aspiración de ponerle cinco estrellas a sus conquistas financieras. Lejos de otras inversiones, tan propias de las candilejas y los estadios, como tiendas, líneas de ropa, perfumes y productoras musicales o cinematográficas, este puñado de personalidades decidió incursionar dentro de un mercado que identifica su peculiar estilo de vida, el del lujo y el confort.

Uno de los pioneros fue el director y productor cinematográfico Francis Coppola. Luego de algunos rodajes de su laureada película Apocalypse Now en el arqueológico parque guatemalteco de Tikal, en 1979, la seducción caribeña lo motivó a construir en sus alrededores un hermoso complejo de bungalós y cabañas de estilo balinés e inauguró La Lancha, su primer refugio turístico. La apuesta creció y hoy, a sus 77 años, inspira a la cadena Coppola, con cotizados establecimientos en Italia, Belice y Argentina. 

De la meca del cine surgieron varias luminarias que asumieron el reto y lograron multiplicarles los dólares a sus chequeras. Clint Eastwood, Michael Douglas, Richard Gere, Robert Redford y Robert de Niro pasaron el casting de la hotelería y tras el montaje de sus empresas produjeron su mejor trama para seguir disfrutando de la danza de los millones. Leonardo DiCaprio acaba de adquirir la isla Cayo en Bélice donde inaugurará un acogedor resort para 2018, en tanto que el joven actor Ashton Kutcher es inversionista de la revolucionaria plataforma de alojamiento Airbnb, convertida, curiosamente, en el principal desafío y el gran dolor de cabeza para los hoteleros del mundo.

Entre los músicos que se han dejado tentar por la industria, la mayor parte de ellos canta el himno de la victoria. Bono, el líder de la emblemática banda de rock U2, y su guitarrista, The Edge, compraron en 1992 un derruido edificio sobre las riberas del río Liffey, en Dublín, y levantaron The Clarence Hotel, un pintoresco referente de la capital irlandesa. A otros colegas suyos como Benny Andersson, Ana Torroja, Gloria y Emilio Estefan, y la cantante y modelo, París Hilton, igualmente les sonó la flauta. Continúan camino al éxito, mientras lidian etiquetados turistas. La emprendedora rubia norteamericana, heredera de un centenario y jugoso imperio de 2.700 hoteles que lleva su apellido, es accionista del Azure Urban Resort, en Filipinas, y teje su propia marca de establecimientos de lujo.

A este furor hotelero tampoco han sido ajenos deportistas prestigiosos. El jinete olímpico Enrique Sarasola, los tenistas Rafael Nadal y Juan Carlos Ferrero, y los exfubolistas del Manchester United, Ryan Giggs, Nicky Butt, Paul Scholes y Phil Neville, pusieron a prueba su olfato empresarial y les colocaron su impronta a exclusivos alojamientos turísticos, en los que prometen complacer, con todas las comodidades, los sueños a los huéspedes sibaritas.

La hotelería surge como una de las más atractivas y calculadas pretensiones de los famosos para diversificar sus millonarias fortunas, bien sea como empresarios independientes o de la mano de cadenas especializadas. Su trascendencia mediática, como referentes públicos, en una sociedad que se identifica con ellos y se rinde seducida ante el atractivo que despiertan sus vidas privadas, se transforma en un valioso capital para el palmarés de sus lucrativos negocios. 

Dentro de esta línea, Cristiano Ronaldo, la “abejita”, como lo apodaba de niño su madre Dolores Aveiro, “porque durante los partidos no paraba un solo minuto de revolotear por el campo”, se mantiene en continuo movimiento a sus 31 años de edad y comienza a gambetear y a circular el balón hacia el área de candela de los negocios hoteleros. Con una inversión de 70 millones de euros, el explosivo futbolista portugués se prepara para jugar y asegurar el segundo tiempo de su carrera, al volear un proyecto que si no le promete muchos trofeos ni goles, al menos le garantiza alcanzar cinco estrellas.   

gsilvarivas@gmail.com
@Gsilvar5
 

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