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En un país donde el 90% de la población no utiliza el transporte aéreo como medio de locomoción, básicamente por razones económicas, la incursión de una aerolínea de bajo costo es buena noticia si surge como alternativa para democratizar el servicio y ampliar el mercado.
La aparición de VivaColombia, primera compañía que opera en territorio nacional bajo esta modalidad, abre otra página de nuestra aviación comercial, que se integra al boom mundial que irrumpe con exitosas pero también controvertidas experiencias empresariales.
El transporte aéreo moviliza al año en Colombia cerca de 20 millones de pasajeros, cifra que contrasta con los 180 millones que utilizan el transporte público terrestre, 40 millones para desplazamientos de larga distancia, segmento donde podría concentrarse el esfuerzo de la nueva aerolínea. El valor de los pasajes es el principal argumento que justifica esta diferencia de mercados y que obliga a los viajeros a asumir el cotidiano desafío de aventurarse por la enmarañada topografía nacional y la precaria red vial, no exentas de peligros.
Resulta saludable la aparición de la empresa en tanto permita estimular la competitividad, quebrar tarifas y crear nichos, poniendo a volar a quienes nunca han volado. Disputarle tajada a las aerolíneas convencionales, como se deduce de alguna versión de prensa, para conquistar “por lo menos un millón” de pasajeros que moviliza la competencia, no tiene mayor sentido. El propio viceministro de Turismo, Óscar Rueda García, ha justificado la presencia de empresas de bajo costo como dinamizadoras turísticas fundamentadas en el crecimiento de mercado, es decir permitiendo el acceso de más colombianos.
Entre 2009 y 2010 cuando Aires operaba con tarifas reducidas se logró un aumento de viajeros cercano al 30%, registro que bajó al 5% en 2011 una vez desapareció y se transformó en LAN Colombia. Actualmente el problema mayor es el injustificado y desproporcionado encarecimiento de los pasajes aéreos, especial coyuntura que puede aprovechar VivaColombia para oxigenar la demanda.
Las aerolíneas “low-cost”, poco atractivas para viajeros frecuentes habituados a ciertas comodidades que resultarían onerosas adquiridas en ellas, son el comienzo de una nueva cultura de servicio en la industria. Su mayor fortaleza radica en el valor del tiquete, que solo da derecho a silla y a equipaje de mano. Es esta una opción más práctica y económica que viajar por tierra y que habrá de permitir a los usuarios de la red vial pasar del bus a la flota… de aviones.
