Poco alentador pinta el panorama sobre reducción del impacto medioambiental por parte del transporte aéreo, cuando este año se cumple la meta a corto plazo convenida por el GIACC en 1995 para introducir reformas tecnológicas y proveer combustible menos contaminante.
Y no tanto porque el sector se haya echado a las petacas en la búsqueda de soluciones globales para enfrentar el problema sino porque los avances logrados no corren al ritmo del acelerado crecimiento de la aviación mundial. Esta descompensación ha impedido disminuir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero dentro de los niveles acordados.
Los adelantos ecotecnológicos de la industria en el último sexenio han contribuido al diseño funcional de nuevos motores, a mejorar el rendimiento del combustible fósil, y a racionalizar la organización de los procedimientos operacionales del tránsito aéreo, innovaciones que permitieron bajar en promedio un 2% las emisiones de dióxido de carbono. Pero el palo en la rueda se da con la demanda de pasajeros que crece a un ritmo aproximado al 5%, presionando el aumento de flotas aéreas, trayectos y vuelos con la previsible consecuencia de más contaminación.
Las emisiones van al alza en proporción del 3% anual y tornan nebuloso el futuro de las políticas de sustentabilidad: de 12 mil aviones para servicio de pasajeros que circulaban hace una década, se pasará a 20 mil en ocho años, y a 28 mil para 2030.
Airbus acaba de anunciar la inversión de 2.000 millones de euros en investigación y desarrollo del medio ambiente, pensando en 2020, la meta fijada a mediano plazo. Su propuesta es coadyuvar a la eficiencia con producción y utilización de biocombustibles sostenibles, y bajar las emisiones de CO2 en sus aviones hasta lograr su reducción en 50% para 2050, fecha de la última meta trazada por el Grupo de Aviación Internacional para hallar medios que neutralicen la acción de sus gases invernadero en el clima mundial.
La industria aérea enfrenta entonces el gran dilema de seguir respondiendo a la expansión de sus servicios para atender el incremento de los usuarios, que va de la mano con el de la población mundial, pero al mismo tiempo evitar que la dinámica de su actividad ponga en jaque el medio ambiente. Expertos en cambio climático prenden la alarma: en cuarenta años la aviación podría causar el 15% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, cifra apabullante con respecto al nivel del 2% que se le achaca hoy.
