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Medellín celebra por estos días la tradicional Feria de las Flores, su más emblemática festividad cultural, un evento vistoso, de gran colorido, orgullo de los antioqueños, a través del cual se exhiben las habilidades artesanales y se promueven las costumbres y tradiciones de sus gentes. El certamen es uno de nuestros principales atractivos regionales y dada su magia carnavalesca atrae corrientes turísticas, que hoy más que nunca resultan fundamentales para las finanzas de la ciudad, en medio de tantas dificultades, cuando la alicaída economía global busca ganarle la carrera a la compleja crisis sanitaria que sacude al planeta,
El evento hace el tránsito de la virtualidad -en la que se celebró el año pasado- a la presencialidad, como se venía llevando a cabo en sus anteriores versiones, desde que irrumpió en el escenario ferial colombiano, en 1957, y es el primero con aforo controlado, desde el largo período de restricciones. La apuesta va dirigida hacia la reactivación del aparato económico de la capital antioqueña, que ya, desde comienzos de junio, había prendido motores con la eliminación de medidas que tenían en parálisis a sus habitantes, como el toque de queda y la ley seca.
Durante los diez días de actividades al aire libre y en recintos públicos, que se han descentralizado hacia las comunas y los corregimientos, Medellín espera recibir alrededor de 30 mil visitantes, en su mayoría provenientes del interior del país, pues poca es la presencia extranjera por estos días. Sin embargo, es un flujo significativo para la actual coyuntura, con el que se aspira a obtener un retorno económico de US$35 millones. Ambas cifras, turistas e ingresos, superiores a las del año pasado, cuando a la ciudad entraron 4.200 visitantes que dejaron una derrama de US$9,3 millones. Esta versión 2021, incluso, de cumplirse las pretensiones, puede resultar más exitosa que la 2019, cuyos ingresos alcanzaron los US$22,4 millones.
La presencia de turistas, que no solo se hospedan, sino que recorren la ciudad y estimulan la oferta, beneficia a aquellos sectores visiblemente castigados por la pandemia, como el hotelero, los bares y restaurantes, la cultura, el entretenimiento y el comercio. La ocupación hotelera está estimada en un 70 por ciento, nivel alentador comparado con los años previos a la aparición del virus, en los que el promedio reseñado oscilaba en el 85 por ciento. En el caso de los bares, el incremento de caja puede llegar a un 50 por ciento. Las ventas, en general, proyectan alza de un 30 por ciento, dígito significativo en el marco de la reactivación económica.
Para lo que resta del año, la ciudad pretende recibir 600.000 visitantes, encadenados a la Feria, la tajada mayor, junto a un paquete de festividades adicionales programadas en el calendario de eventos. En la última semana de junio, con la reapertura de los espacios culturales, se celebró el Festitango, y en los meses siguientes regresan en formato presencial Colombiamoda, Colombiatex y Colombia Compra Hecho en Medellín.
La Feria de las Flores es un bálsamo para la economía, no solo para la citadina sino para la de su área de influencia, por cuanto jalona toda una cadena de sectores que responden a las necesidades y exigencias del turismo. Su realización contribuye al impulso de la diversificación comercial y conlleva la generación de más empleos directos e indirectos, como parte de la estrategia lanzada por la administración paisa para alcanzar la meta de 50 mil nuevas plazas laborales en lo que resta del 2021. Consecuencia de la pandemia, el sector de los viajes alcanzó a perder 15.000 empleos.
El certamen es una acción contundente para la reactivación económica, y alcalde Daniel Quintero se la jugó por hacerla presencial, en momentos en que la ciudad sigue registrando una significativa reducción en el número de casos activos de Covid-19, a la vez que extiende la cobertura de población vacunada, con al menos una dosis, al 72 %. Sin embargo, la apuesta resulta audaz en materia de salud pública ante la circulación de variantes, como la Delta, de la que ya se han detectado cuatro casos en su perímetro. Esta cepa, caracterizada por su agresividad y rápida capacidad de contagio, está destinada a ser la predominante dentro de pocas semanas y se contempla como una amenaza, según lo advierten los epidemiólogos.
Esperemos que este haya sido el mejor momento para realizarla y para abonar el camino de la reactivación en las regiones de las otras tradicionales fiestas del folclore colombiano, como la Feria de Manizales, el Carnaval de Barranquilla o la Fiesta de Negros y Blancos de Pasto. No sobra, sin embargo, recordarle a residentes y visitantes la consabida prudencia y el autocuidado para evitar el recrudecimiento de los contagios. El riesgo de un cuarto pico se mantiene latente.
El retorno de las actividades turísticas y culturales al aire libre deben ir de la mano con el plan de vacunación nacional, porque la pandemia no ha terminado y depende de todos asumir las precauciones. Por ahora, hay que aplaudir los esfuerzos de la “Ciudad de la Eterna Primavera” que este domingo, entre orquídeas y siemprevivas, baja el telón del evento con su colorido y tradicional Desfile de Silleteros. La Feria nos reconforta, porque, pese a las adversidades, nos sirve en bandeja… paisa la oportunidad de hacer florecer el turismo.
Twitter: @gsilvar5
