El presidente Santos acaba de ponerle alas a la promesa que formuló el año pasado de prestarle apoyo al Paisaje Cultural Cafetero, y en los últimos días ofreció un cheque para inversiones por $104 mil millones, que contribuirá al avance de la región a través de la recuperación de vías terciarias y la potenciación de la actividad turística, entre otras acciones.
El Paisaje Cultural Cafetero Colombiano es un eje territorial, económico, cultural y social que sirve de referente en la vida nacional y que hace dos años y ocho meses se sumó a la privilegiada lista que regula la Unesco sobre Patrimonios Culturales de la Humanidad, una especie de carta de presentación ante el mundo que lo clasifica como un valioso bien cultural vivo y productivo que debe ser protegido y preservado.
Representa un espacio de identidad regional donde, entre filos de montañas agrestes y laderas multicolores, se desgranan 47 pintorescos municipios y 858 veredas de Quindío, Caldas, Risaralda y Valle, que integran territorio, cultura, desarrollo sostenible y capital social únicos; heredan tradiciones, y como empresa colectiva aseguran la supervivencia de más de ochenta mil campesinos que atienden 25 mil fincas cafeteras.
La ayuda gubernamental está en mora de ponerse en marcha, como lo han estado otro sinnúmero de políticas públicas que deben provenir de los cuatro departamentos que dan forma al soberbio paisaje cafetero. Para blindarlo y conservarle sus peculiares características es necesario prevenir y resolver amenazas como migración campesina, desempleo, malas prácticas ambientales explotación minera y restricciones viales, a fin de mejorar la calidad de vida en la zona con más inversiones y oportunidades.
Aunque la Declaratoria de la Unesco abrió el horizonte para aumentar el crecimiento turístico, los resultados no han sido tan ambiciosos. Si es cierto que reflejan resultados positivos, especialmente con la oferta de fincas cafeteras en el Quindío, lejos se está del propósito de convertir esta industria en eficiente jalonadora de la economía regional, sometida a la azarosa volatilidad de la rentabilidad cafetera. El año pasado el número de turistas apenas superó en un 8% la cifra obtenida en 2012.
Meta urgente sería priorizar la red vial y la infraestructura hotelera; multiplicar clústers turísticos y culturales, y activar la ofensiva promocional local e internacional. Un primer paso para su globalización se daría formalizando alianzas estratégicas con ciudades posicionadas en el exterior, como Cartagena o Bogotá, para empaquetar productos turísticos que irriguen beneficios conjuntos. El director del IDT, Luis Fernando Rosas, uno de los artífices del reconocimiento de la Unesco, sabe muy bien que la tendencia ambientalista del turismo actual tiene en la mira paisajes exóticos como el cafetero.