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Futuro sostenible

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Gonzalo Silva Rivas
08 de julio de 2015 - 06:32 a. m.
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Un par de vuelos tripulados de pequeñas aeronaves propulsadas por energía marcaron durante los últimos días el comienzo de una nueva etapa exploratoria hacia tecnologías limpias y eficientes en un intento por revolucionar la aviación.

Los avances experimentales, relativamente desapercibidos por la opinión, son parte de la cuota que el sector coloca sobre la mesa para hacerle el quite a los combustibles fósiles y contribuir a la preservación de los recursos naturales del planeta.

El Solar Impulse II, un prototipo conformado por una sola cabina de cuatro metros cuadrados para el piloto, atravesado por gigantescas alas -superiores a las de un Boeing 747-, batió este fin de semana el récord mundial de distancia para aviones impulsados por energía solar, al realizar un vuelo ininterrumpido de 120 horas, a lo largo de un solitario viaje por el Océano Pacífico, entre Nagoya, la capital japonesa de la industria automovilística, y las paradisíacas islas de Hawaii.

La aeronave se alimenta con más de 17.000 células solares, y la meta fijada por sus creadores, dos fogosos aeronautas suizos, está en recorrer 35.000 kilómetros sin combustible. Su propósito de figurar en la historia, dando la vuelta al mundo, se cumplirá dentro de un par de meses cuando se pose silenciosamente en el aeropuerto emiratí de Al Batin, como colofón de un periplo de doce estaciones que arrancó con las luces del amanecer, desde la misma pista, en los inicios de marzo.

Paralelo a esta aventura solar, dos compañías de Brasil y Paraguay inauguraron en la línea de frontera el primer avión tripulado de propulsión eléctrica en América Latina. Aunque su vuelo fue corto -apenas sobrepasó los cinco minutos- el aparato para dos tripulantes, autonomía de vuelo de tres cuartos de hora y velocidad de crucero de 190 km/h, traza las primeras puntadas regionales hacia la implementación de una propuesta eléctrica para el mercado, y pone a figurar a esta parte del continente en el portafolio de las investigaciones para el desarrollo de la industria.

Pero el paso más firme y sólido en la búsqueda de alternativas al contaminante combustible sólido lo lideran el conglomerado Airbus, el mayor fabricante de aviones y equipos aeroespaciales del mundo, y su socia Aero Composite Saintonge. Con el soporte de la Nouvelle France Industrielle, el país europeo ensambla un práctico y ligero avión eléctrico biplaza, de siete metros de longitud y 10 de envergadura, fibra en carbono y 500 kilogramos de peso al vacío. En sus alas aloja 120 baterías de polímero de litio y dos turbinas de 60kw., potencia suficiente para mantenerlo en el aire durante sesenta minutos, a una velocidad de 200 km/h.

El E-fan 2, como se le denomina, dejó de ser un sueño y se convertirá en realidad a fines de 2017 cuando empiece su comercialización entre una larga lista de clientes, conformada por escuelas de aviación y clubes de aficionados, interesados en la priorización de prácticas eficientes y de menor impacto sonoro. El éxito del modelo ha puesto en marcha el diseño de una versión de cuatro plazas que será lanzada en 2020, como preámbulo del objetivo más ambicioso: construir un avión con capacidad de cien pasajeros al promediar el siglo.

Aunque el presente de la aviación escala hacia esta tecnología, todo indica que será difícil, y más aún demorado, hacer de la electricidad una alternativa de mano para sustituir de manera definitiva los combustibles no renovables dentro del creciente mercado comercial. Ni la energía solar o eléctrica, ni el etanol, ni el hidrógeno, ni el biodisel -ya experimentado positivamente en cortos trayectos- se proyectan todavía como posibilidades realistas para destronar el uso de los actuales motores de combustión interna.

Su implementación, sin embargo, es fundamental para la industria y todos ellos resultan jugadores importantes dentro de un paciente proceso de combinación de opciones que poco a poco le permitan al transporte aéreo reducir sus emisiones contaminantes de alto impacto y, literalmente, ponerse las pilas para volar –con más optimismo- hacia un futuro sostenible.


gsilvarivas@gmail.com
 

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