Desde el último bimestre se han venido realizando cumbres y ferias turísticas, como la del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), en Cancún; Fitur, en Madrid, y Anato, en Bogotá, con las que el sector, desde distintos lugares del planeta, busca sacudirse de la incertidumbre que le produce la emergencia sanitaria global y baraja estrategias para redefinir y enderezar la ruta que lo saque de las honduras a las que lo ha llevado la peor crisis de su historia, acumulada durante quince meses.
Esta clase de encuentros, además de escenarios para el análisis y la reflexión sobre el presente y futuro de la industria, son epicentros de negocios, con participación de los principales protagonistas de la cadena de valor, que tienen la posibilidad de consolidar relaciones comerciales y exponer e internacionalizar ofertas. En tiempos difíciles como el actual, tales eventos se han caracterizado por seguir un idéntico patrón, generar optimismo y esperanza en el sector como punto de partida hacia la reactivación.
La realización de estos certámenes empresariales no es ajena a los intereses de los gobiernos, comprometidos a trabajar de la mano con los privados para alcanzar, como sucede en la coyuntura actual, la meta de una rápida recuperación de la actividad. El respaldo institucional y la labor en equipo no puede ser menos que consecuente con una industria que antes de la pandemia aportaba el 10,4 por ciento al PIB mundial y mantenía una dinámica tasa de crecimiento por encima de la del PIB global.
Un informe emitido por el WTTC señala que entre 2018 y 2019 la contribución del turismo en la economía mundial alcanzó cifras récords superiores a los US$8,8 billones y generó 320 millones de empleos. La cifra anterior indica que, de cada 10 plazas laborales en el planeta, una corresponde al sector turístico.
En Colombia, últimamente esta actividad se ha destacado por un nivel de crecimiento sustancial y ha sido eje importante de la economía, como generadora de progreso y desarrollo, lo que le ha permitido convertirse en la tercera e, incluso, la segunda exportadora y captadora de divisas. Desde mediados de la década pasada, dadas las favorables expectativas por el proceso de negociaciones de paz en La Habana, dio un salto cuantitativo, al tejer posibilidades de potenciar el desarrollo local dentro un nuevo contexto político y de seguridad y dar apertura a áreas territoriales restringidas al acceso de viajeros durante más de medio siglo.
Previo a la pandemia, su contribución al PIB registraba un desempeño ascendente, entre el 3,5 por ciento y 3,8 por ciento, superior, en varias vigencias, al crecimiento de la economía nacional. En 2019 alcanzó cifras históricas y se perfiló como fuente estratégica de empleo e inversión, gracias a la belleza de sus recursos naturales y a la bien trabajada promoción de la imagen nacional. Mientras en ese año recibía 4.5 millones de visitantes no residentes, igualmente aumentaba a 1,3 millones su oferta laboral, equivalente al 5,7 por ciento del total de plazas de trabajo en el país.
La actividad turística colombiana hace parte de las más afectadas por los coletazos de la pandemia y aunque por poco tiempo suspendió sus servicios, el temor y la desconfianza de los viajeros ante la crisis sanitaria la condujeron a una forzosa cuarentena. En los meses recientes, con motivo de las reaperturas económica y de fronteras, registra una ligera recuperación, pero el repunte real todavía está distante, debido al vertiginoso ascenso de los contagios y a las recurrentes restricciones de viaje que subsisten en una buena parte del mundo.
El Gobierno, sin duda, es consciente de la relevancia de este sector en la economía nacional y ha estado presto a colaborar en su rescate, mediante la implementación de un paquete de ayudas temporales, que incluye, entre los beneficios, algunos alivios fiscales, rebaja de aranceles y líneas de crédito, como alternativa para mitigar los efectos negativos que golpean tanto al turismo como a la aviación, y que tienen en calzas prietas a todos los actores de su cadena de valor.
La Vitrina de Anato sirvió de escenario para que el presidente Duque hiciera un llamado al Congreso de la República para extender los beneficios de la Ley de Turismo hasta diciembre de 2022, pero el sector requiere de un esfuerzo gubernamental más decidido para emprender su recuperación, en tanto se diluye la incertidumbre sanitaria. El avance de la reactivación debe considerar la pronta inmunidad de rebaño y la priorización de la vacuna para el sector, así como el replanteamiento de políticas turísticas y la mejora en sus prácticas. Los motores de su competitividad se encuentran averiados por la pandemia y necesitarán, más que nunca, de una buena dosis de gasolina extra.
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