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Tal vez la decisión de American Airlines de acogerse al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos no resultó inesperada para el sector aeronáutico, pues era una posibilidad que venía tomando fuerza con el paso del tiempo.
Desde 2001 su casa matriz, AMR Corporation, acumulaba pérdidas por más de US$30 mil millones; sólo un trimestre le había sido favorable en los últimos cuatro años, y en lo que había corrido de 2011, hasta septiembre, presentaba un saldo en rojo superior a los $880 millones.
El golpe de opinión se da con el hecho de que con su declaratoria de suspensión de pagos se materializa la caída de un ícono de la aviación, una de las grandes líneas aéreas del mundo y actualmente la tercera en importancia de los Estados Unidos, donde ejerció liderazgo durante más de una década. Su palmarés resume una sucesión de logros que la hicieron pionera en el buen servicio. Las tarifas de descuento, las reservas por computador y el programa de viajero frecuente, el AAdvantage, salieron de su mano como propuestas innovadoras para la búsqueda de un mercado que floreció hasta el fatídico atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, cuyas consecuencias precipitaron una incontenible crisis aérea.
Golpeada por los efectos de aquel septiembre negro de 2001, American siguió adelante asumiendo sola sus riesgos, mientras sus principales rivales Delta y UAL Corp. se acogieron a la misma protección por quiebra para reducir costos; se capitalizaron, crecieron y tomaron el control de la aviación americana tras la ejecución de exitosas operaciones comerciales como la compra de otras compañías. Delta adquirió a Northwest y UAL a Continental Airlines para configurar la actual United Continental.
El término de bancarrota para American quizás sea desproporcionado. Deberá adelantar una negociación razonable e inteligente con sus acreedores, tendrá que apretarse el cinturón, seguirá prestando servicios y lo más seguro es que después de la reestructuración a la que será sometida volverá a ser la empresa sólida, viable y competitiva de sus épocas de gloria.
Avianca, en diciembre de 2004, puso fin a una dura prueba de reorganización luego de someterse durante dos años al amparo de la misma Ley de Bancarrotas, jugándose su supervivencia, acosada por una deuda de US$250 millones. Hoy es una de las grandes jugadoras de la aviación del continente y paradójicamente, junto con Delta y United, también salidas de cuidados intensivos, podrá darle algunos mordiscos al mercado regional que dejará servido sobre la mesa la convaleciente AA, el gigante caído.
gsilvarivas@gmail.com
