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La pasada prueba del ambicioso avión X-51, fallida por problema técnico de su drone experimental, además de hacer parte de un multimillonario programa militar estadounidense refleja la actual tendencia de la industria aeronáutica mundial de revivir e impulsar la fabricación de aeronaves supersónicas.
El aparato no tripulado fue concebido durante la administración Bush y su exigencia será coronar una velocidad de 5.800 km/h, casi seis veces la del sonido.
En esa tarea de preparar y perfeccionar propuestas de aeronaves con elevados estándares de innovación se han enfrascado las más reconocidas casas fabricantes a donde las cuantiosas inversiones para el desarrollo tecnológico de la aviación civil y militar volvieron a merodear. Los recursos destinados para el avance aeronáutico, especialmente los dedicados al área militar, disminuyeron como consecuencia del agotamiento de la guerra fría pero vienen reactivándose con masivo incremento. Y sobre el tapete vuelven a caminar, ejerciendo el mismo papel estelar, los protagonistas del pasado: Estados Unidos y una débil Rusia, vestigio de la vieja Unión Soviética.
Por lo que se ofrece en las exposiciones de las principales ferias aeronáuticas, los desafíos de los diseñadores se encaminan al fortalecimiento de tres frentes que marcarán la pauta de la aviación general: aviones con alto componente ecológico, mayores velocidades y menores niveles de contaminación sonora.
Boeing y la Nasa le apuestan a la fabricación de una nave supersónica para transporte civil de cuatro alas, semejante a una estrella ninja y capaz de alcanzar una velocidad cercana a 4.000 km/h sin generar mayores estruendos. El fuerte ruido fue un karma que marcó al Concorde, la joya anglofrancesa de Airbus, y lo desterró junto con sus 2.200 km/h de crucero a las zonas despobladas.
La idea que acarician los fabricantes es priorizar una gama de aviones supersónicos e incluso hipersónicos, inexistentes en el mercado tras la desaparición del Concorde y de los Túpolev soviéticos, el carguero -144 y el militar -160, que rompieron la velocidad del sonido pero además la barrera de los grandes avances aeronáuticos.
Con más discreción y menos recursos, los rusos se le están midiendo a la quinta generación de su exitosa zaga de aviones de caza Pak-Fa, cuya velocidad puede alcanzar los 2.300 km/h, junto a la fabricación del Sukhoy 100, subsónico civil de corto alcance que simboliza el renacer de su industria.
La hoja de ruta en este siglo XXI va, sin embargo, por su presea mayor: el espacio.
gsilvarivas@gmail.com
