El crecimiento de la industria turística, y en algunos casos sus aportes al proceso de consolidación de paz, son puntos de referencia de los beneficios que deja el fin de la confrontación armada en países enredados en conflictos internos.
El sector no solo saca usufructo del posconflicto sino que contribuye a construir oportunidades de innovación económica y social, con altas rentabilidades para el fortalecimiento institucional y para la imagen internacional.
Cerca del vecindario se cuentan varios ejemplos. Guatemala, El Salvador y Nicaragua superaron no hace muchos años el saldo rojo de sus tiempos de guerra y aprovecharon la coyuntura para emprender avances en diferentes materias, incluida la infraestructura turística. Gracias a los logros obtenidos en este terreno, la confianza de inversionistas y visitantes entró en aumento; sus tasas de turismo receptivo se triplicaron, y reubicaron sus índices de competitividad en viajes dentro de escalafones de menor incertidumbre, pese a mantener la percepción de seguridad en las escalas bajas de los indicadores internacionales por la presencia de otras modalidades de criminalidad.
Sin embargo, un caso emblemático se aprecia en Ruanda, en el África Central, pequeña nación que priorizó el turismo como motor de desarrollo e instrumento estratégico para tender puentes de integración y solidaridad entre los grupos étnicos en discordia. La industria sin chimeneas ha jugado papel protagónico en la búsqueda de salidas al oscuro escenario de violencia que devastó su tejido social y económico, y pasó a ser su principal fuente de rentas, gracias al aprovechamiento ambientalmente sostenible de sus parques nacionales y fauna salvaje. En torno suyo se impulsó una variada gama de propuestas ecológicas, que incluyó como atractivo turístico la convivencia responsable con los llamados gorilas de montaña, especie en extinción, entre otros motivos por la destrucción de su hábitat por acción de los combates.
A fínales del siglo pasado, al término de su brutal guerra civil de varias décadas -que incluyó el más sanguinario genocidio en la historia mundial, con cerca de novecientos mil asesinatos en apenas cuatro meses-, los ruandeses apuntalaron estrategias de turismo social. La reestructuración del sector requirió de la disposición activa de gobierno y comunidades para empezar a construir una industria hasta entonces inexistente, soportada en el emprendimiento de proyectos hoteleros, de entretenimiento cultural, gastronomía y otras diferentes opciones de economía doméstica, con intervención directa de poblaciones vulnerables, como huérfanos y desplazados, en calidad de pequeños empresarios.
El turismo, rodeado por un entorno de adecuada seguridad, se perfiló como un tentador mercado para atraer divisas, favorecer el desarrollo con equidad y mejorar la imagen en el exterior. Aunque la tarea pendiente aún es compleja, desde 2000 Ruanda empezó a rebajar los niveles de pobreza y de discriminación y a rondar por mejores índices de bienestar, hasta alcanzar hoy las más altas tasas de crecimiento en el continente africano.
La posibilidad de materializar el más histórico intento por enterrar medio siglo de enfrentamiento armado, le permitiría a Colombia aprender de experiencias innovadoras y potenciar su abundante diversidad cultural y ambiental mediante el desarrollo de alternativas económicas sostenibles, con participación de actores de la violencia. El turismo regional, cargado de ventajas comparativas, puede estructurarse como llave maestra para cerrar brechas.
La aplicación de los puntos centrales convenidos con las Farc en materia agraria y campesina, donde figuran la legalización y redistribución de millones de hectáreas, podría apalancar una etapa de transformaciones en el país rural, capaz de impactar un turismo sostenible y curar fracturas sociales. El presidente Santos deberá seguirse jugando su capital político para que el Nobel, merecidamente otorgado, no reporte simplemente un beneficio pecuniario de 8 millones de coronas suecas para las víctimas, sino la consecución de una paz estable y duradera. Para lograrlo tendrá que sobreponerse a la dilatadora arremetida de los apocalípticos jinetes de la guerra.
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