La capital paisa sigue ganando reconocimientos por el llamativo impacto de su transformación.
El premio concedido hace algunos días en Singapur como referente de ciudad vibrante, habitable y sostenible, califica bien el proceso de continuidad de sus últimos gobiernos, que mejoran condiciones y entornos periféricos, impulsan campañas ciudadanas, meten la mano a zonas deprimidas y le condimentan ciertas pizcas de interés para -entre otros beneficios- renovarle su atractivo como destino turístico.
Medellín venía de ser galardonada en 2013 como la más innovadora del planeta en el concurso City of the Year, organizado por The Wall Street Journal y Citigroup, y el año pasado en Chile, dentro de los premios “Ciudades Digitales”, por sus estrategias de Internet libre, con las que le echa tijera a la brecha digital, se lleva conocimiento y se acerca el mundo a turistas y residentes con servicios de conexión gratuita.
La ciudad avanza en modernización y aumenta su actividad turística, cultural y comercial. El año pasado movió cifras de crecimiento en turismo internacional por encima de los promedios de Colombia y del mundo. Recibió 220 mil visitantes extranjeros, pero su nivel de incremento superó en treinta por ciento la media mundial y dobló la colombiana. En turismo doméstico alcanzó la barrera de los 400 mil visitantes. Y en cuanto a proyecciones, para este 2015 la meta apunta a sobrepasar las 700 mil llegadas.
Los antioqueños se la juegan con fortalecerla como capital turística y de negocios y con posicionar la región mediante equipamientos y experiencias innovadoras. Junto a sus propias propuestas de carácter urbano, cultural y gastronómico, le vienen incorporando agregados ambientales y de naturaleza verde. Una de sus principales fortalezas es el parque ecoturístico Arvi, un soberbio espacio de 16 mil hectáreas -el mayor de su género en el país-, al nororiente de la capital, que encadena terrenos de cuatro municipios colindantes. Es un paraje hermoso, bien conservado y concurrido, con 56 kilómetros de senderos para caminantes, que se suma a recorridos alternativos por las coloridas regiones del oriente, hacia las orillas del río Samaná y la reserva del Cañón del Río Claro.
La transformación de Medellín es un fenómeno interesante y sorprendente por cuanto no hace muchas décadas se encontraba en el infierno de la violencia, con un oscuro estigma que bastante pesaba en el imaginario internacional. Bajarle el telón al pasado para empezar otro acto con nueva escenografía y protagonizado por actores públicos y privados dispuestos a cambiarle la cara a la ciudad a través de procesos sociales de participación y apropiación, ha logrado imprimirle un sello de esperanza.
La reconstrucción urbanística, la creación de espacios públicos y culturales, las renovaciones en el centro metropolitano y la modernización y ampliación del sistema de transporte, forman parte de una eficaz medicina prescrita dentro de políticas inclusivas, encaminadas a producir el cambio de rumbo.
En materia de homicidios se muestran resultados positivos. Luego de una impresionante racha de vergonzosas cifras, como en 1991 cuando se reportaron 266 muertes violentas por cada cien mil habitantes, el año pasado apenas se registraron 20 casos -25 por ciento menos que en 2014-, uno de los indicadores más bajos del país.
No obstante, el talón de Aquiles sigue siendo la inseguridad, reflejada en diversas problemáticas. Pandillaje, control territorial de grupos delincuenciales, extorsión, narcotráfico, desplazamiento forzado interno y explotación sexual de menores, son algunas máquinas del crimen obre las que hay actuar con rapidez y eficacia.
La alentadora coyuntura del presente no está exenta de la amenaza que encaran los múltiples problemas y desafíos que quedan por delante. Mayor presencia oficial, ejercicio de autoridad e inclusión son condiciones para mejorar el clima social de la ciudad e impedir que el efímero pero crudo invierno que por años congeló su imagen y su oferta turística, vuelva a aguar ese particular embrujo de su eterna primavera.
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