China sigue sorprendiendo mientras camina a paso firme hacia el liderazgo mundial, un propósito para el que se prepara de tiempo atrás. Este país, donde se congregan 1.300 millones de habitantes –la quinta parte de la humanidad–, tiene las antenas enfocadas hacia el futuro y avanza en todos los frentes del escenario internacional, desde lo científico y tecnológico hasta lo económico y comercial, inyectando fuertes inversiones y ejerciendo influencia en los mercados, a través de una política exterior asertiva y de una firme disposición de influir en los asuntos globales.
La semana pasada inauguró el puente más largo del mundo sobre el mar, una majestuosa obra de ingeniería de 55 km de largo que integra a Hong Kong, influyente metrópolis financiera en el delta del río Perla, con Macao, un concurrido paraíso para apostadores, situado en la pujante provincia de Guangdong. El faraónico viaducto, cuya inversión superó los 16.000 millones de euros y fue blanco de duros cuestionamientos por sus marcadas motivaciones políticas, tendrá, sin embargo, un estratégico protagonismo como enlace comercial y turístico entre ambas regiones.
Las pruebas de las ambiciosas pretensiones que pasan por la mente del coloso asiático se materializan en otros proyectos colosales, como la construcción del aeropuerto de Pekín, su capital, que también será el más grande del mundo, presionado por la creciente demanda de rutas comerciales locales e internacionales, con el que pretende extender sus servicios a más de 100 millones de viajeros al año. Pekín es una compleja metrópolis de manifiestos contrastes, mezcla de arquitectura tradicional y moderna, donde reposan algunos de los principales atractivos del país, como la Gran Muralla, la Ciudad Prohibida y la tristemente célebre Plaza de Tiananmén.
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC en inglés) acaba de presentar su Informe Anual de Ciudades, en el que se relacionan 72 de las urbes turísticas más importantes del planeta, que conforman un jugoso portafolio que en conjunto contribuye con US$630.000 millones al PIB mundial del sector Viajes y Turismo, algo así como el 25% del total. Dentro de las diez más destacadas en términos de tamaño del mercado turístico figuran tres localidades chinas, la primera de ellas, Shanghái, la más poblada de la República Popular, que es cabeza del escalafón mundial.
Shanghái registra un movimiento de US$35.000 millones y es seguida, en su orden, por Pekín, con US$32.500 millones, París, Orlando, Nueva York, Tokio, Bangkok, Ciudad de México y Las Vegas. El top ten lo cierra –con US$19.000 millones– Shenzhen, hasta hace tres décadas una sombría aldea de pescadores que terminó transformándose en el Silicon Valley chino, cuna de multinacionales como Huawey, y uno de los emporios con más millonarios en el planeta.
En el informe del WTTC se destaca igualmente el comportamiento de las ciudades en materia de creación de empleo turístico, y entre las diez principales cuatro son chinas. Aunque el liderazgo lo ejerce Yakarta, la moderna capital de Indonesia, Pekín ocupa el segundo lugar; Shanghái, el cuarto; la histórica Chongqing, el quinto, y Shenzhen, el décimo, compartiendo honores con Ciudad de México, Bangkok, Delhi, Mumbai y Saigón.
El turismo en China muestra un impulsivo y pronunciado crecimiento y funge como poderoso motor de la segunda economía mundial. El año pasado esta industria contribuyó al PIB nacional con 9,13 billones de yuanes, el equivalente al 11% de la producción económica. El impacto del turismo se mide, entre otros parámetros, a través de 5.000 millones de viajes domésticos que se programaron entre sus destinos, y en su posicionamiento como la mayor fuente de turistas al extranjero. El año pasado contabilizó 131 millones de vuelos comerciales hacia el exterior.
Aunque el desarrollo turístico del país es reciente, un tercio del crecimiento mundial de esta industria tiene allí su epicentro. Estrategias como la del turismo de aldeas han sido eficientes dinamizadoras. Las zonas rurales, donde se concentra el 70% de los recursos turísticos, se conectaron en 2017 con 2.500 millones de viajes, y su consumo turístico alcanzó una cifra histórica de 1,4 billones de yuanes. En estas áreas, y como alternativa gubernamental encaminada a revitalizar y a potenciar el desarrollo regional e integrar los recursos turísticos con otras industrias, el sector cumple papel decisivo en la reducción de los niveles de pobreza.
La fiebre amarilla, por ahora, no tiene indicios de enfriarse y sus turistas –que lamentablemente poco llegan por estos rincones– son apreciados con especial avidez en los principales destinos del planeta, que no ahorran esfuerzos ni campañas de marketing para disputarse su generosa capacidad de gasto. Atrás quedaron los viejos mitos que relacionaban a estos visitantes de ojos rasgados con las trastiendas de lavanderías y restaurantes, y hoy todos quisieran que su invasión turística se haga realidad… y no vaya a ser un cuento chino.