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El nivel de incidencia del COVID-19 en el mundo sigue siendo alta y Colombia, lamentablemente, se mantiene en la estadística de los países con mayor aumento en el número de contagios. Durante la última semana de junio el incremento de los casos superó en tres puntos la media global del 2 por ciento, marcando el mismo ritmo de Rusia, una nación con 150 millones de personas, y por encima de Brasil, donde la tasa de muertes por habitantes es de las más elevadas del planeta.
La mayor preocupación para el país radica en que mientras las infecciones se mantienen en alza, en la población parece disminuir la intención de aplicarse la vacuna. La inusitada rapidez con la que irrumpieron los fármacos en el mercado y las teorías conspirativas sobre un Bill Gates dispuesto a inyectar microchips o las supuestas pretensiones chinas o la presumida confabulación de los dueños del poder mundial para controlar a la humanidad generaron una barrera de desinformación que ha dado al traste con los esfuerzos de convencer a la gente de algo muy elemental y es que hay un virus mortal circulando por el mundo y que solo puede prevenirse con una vacuna.
En algunos países, como en Estados Unidos, se han hecho esfuerzos desesperados por aumentar las inoculaciones, sin resultados exitosos. En Nueva Jersey se les obsequia cerveza a los mayores de 21 años que hayan completado las dosis; en Ohio becas escolares a los menores; en Virginia Occidental se ofrecen bonos de dinero como regalo, y en La Florida, Uber lleva gratis a los sitios de vacunación.
El comportamiento cíclico de los contagios, con unos períodos en aumento y otros con tendencia a la baja, y frente al riesgo letal de nuevas y agresivas cepas del coronavirus, como la variante Delta, ha obligado a diferentes autoridades a implementar estrategias para comprometer y estimular a sus ciudadanos a cumplir con sus deberes de responsabilidad social, con el fin de acelerar el ritmo de vacunación y conseguir cuanto antes la inmunidad de rebaño.
La Unión Europea acaba de poner en marcha de manera oficial el llamado Certificado Covid Digital para incentivar las inoculaciones, en un intento por garantizar la seguridad de los vuelos y reactivar el turismo regional. El documento con vigencia temporal hasta el 30 de junio de 2022 o hasta que la OMS declare el fin de la pandemia, beneficia a quienes deseen desplazarse entre los países de la Comunidad, al permitírseles hacerlo sin exigencia de controles, cuarentenas o cualquier otra clase de test, examen o prueba adicional.
El Certificado acredita, a través de un código QR, que el pasajero recibió las dosis de vacunación completa o, en su defecto, que se encuentra inmunizado por superar la infección o que posee una prueba reciente con resultado negativo. Medida, por ahora, solo aplicable para los ciudadanos de los países de la UE y cuatro más de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), y para las cuatro únicas vacunas hasta ahora autorizadas por la Comunidad (Pfizer/BioNTech, Moderna, AstraZeneca y Johnson & Johnson).
Quienes estén vacunados con otro inmunizante o no se hayan aplicado ninguno, así como los viajeros extracomunitarios, deberán someterse a los protocolos de bioseguridad y a las restricciones propias que imponga cada gobierno para realizar los viajes. España es, hasta el momento, el único país de la Comunidad que admite la entrada a su territorio de turistas con los fármacos chinos de Sinopharm y Sinovac-Coronavac.
La propuesta europea presenta similitudes con el Travel Pass que propone extender la International Air Transport Association (IATA) entre las aerolíneas agremiadas y que está siendo probado por 36 operadores como instrumento de verificación global para confirmar la prueba de vacunación o el resultado negativo del examen para los pasajeros que deseen cumplir con las pautas internacionales de viajes. Así como estos, otros desarrollos para vigilancia de la vacunación garantizan viajes aéreos seguros, como el que lideran el Foro Económico Mundial y la organización suiza, sin ánimo de lucro, The Commons Projects, para los trayectos aéreos entre Londres y Nueva York.
Pero la imposición de normas para estimular a los vacunados y frenar, cuanto antes, los contagios por coronavirus, se extiende más allá de los servicios aéreos. En países europeos y asiáticos se ordena la vacunación obligatoria para el personal sanitario o para acceder a lugares públicos. Francia acaba de implantar el llamado pase verde, un comprobante de vacunación para el ingreso a restaurantes, cafés, cines, teatros, centros culturales y comerciales e instalaciones médicas y medios públicos de transporte. Y por el mismo camino marchan Portugal, Italia, Grecia, Dinamarca y Japón. Ya lo habían hecho Australia e Israel, en los que el proceso de vacunación avanzaba favorablemente.
La exigencia de certificados de vacunación para los vuelos aéreos y para el ingreso a lugares públicos se viene proyectando, también, en América Latina, en países como Brasil, Argentina y Uruguay, y su aplicación haría posible señalar la pauta para que naciones del continente se sumen a los destinos que en las otras regiones del mundo piden certificado de vacunación para viajar o compartir reuniones en escenarios totalmente seguros.
La creciente transmisión del virus que se está viviendo en el país permite pensar en hacer viable la creación del pase verde, como se decidió en Francia, cuya aplicación hizo reaccionar de inmediato a millones de personas que se negaban a vacunarse. Para lograrlo, el presidente Emmanuel Macron desafió con frase lapidaria: “Yo no tengo ninguna intención de sacrificar mi vida… Esta vez ustedes se quedan en casa, no nosotros”. Sentencia que en estos tiempos conmemorativos de la Toma de la Bastilla parece decretar otra revolución francesa.
Twitter: @gsilvar5
