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Pese al complejo contexto que vive el planeta, provocado por los aletazos de la pandemia y la guerra en Ucrania, y al entorno de desaceleración económica global, con espiral inflacionista y riesgos de recesión, la industria del turismo termina el año presentando evidentes muestras de recuperación. El cambio de calendario llega acompañado de una larga lista de destinos que superan los niveles estadísticos de 2019, cuando el sector, corroborando su pujanza económica, sumaba el décimo año consecutivo de crecimiento, antes de la prolongada y costosa cuarentena a la que fue sometido por los efectos del COVID-19.
Colombia ha venido circulando en esa misma línea, con una recuperación relativamente rápida, en medio de un proceso que no ha sido fácil, pero que arroja, sin embargo, un balance alentador para la casi totalidad de actividades relacionadas con esta industria. Durante el transcurso de los meses, el país presentó uno de los mejores comportamientos de la región, evidenciándose en los resultados de la temporada vacacional de mitad de año, cuando fue clasificado octavo en el mundo en cuanto al requerimiento de reservas aéreas internacionales, según las estadísticas oficiales de ForwardKeys, una reconocida consultora de mercados turísticos.
El balance general para el país es positivo. Las cifras de ingreso de viajeros internacionales, entre enero y octubre, superaron los tres millones y medio, el doble de los recibidos durante el mismo lapso del año pasado y ya muy cerca del volumen que se obtuvo en el del período prepandémico de 2019, que para entonces quebraba el récord de pasajeros en la historia turística nacional. Algo parecido sucedió con el registro de salidas para el mismo período, por cuanto los cuatro millones de colombianos que partieron hacia el exterior representaron un crecimiento del 10 %, comparado con 2019.
Anato estima que al finalizar el año la salida de colombianos del país alcance dígitos entre 4,9 y 5,1 millones, lo cual significaría un crecimiento cercano al 14 % con respecto a 2019. Estos optimistas guarismos del sector aéreo se reflejan mediante una reactivación del 113 % en sillas y del 106 % en frecuencias semanales, frente lo que se tenía en 2020, logros en buena parte impulsados por las políticas de descentralización que se han puesto en marcha en asuntos de conectividad aérea y que han permitido sumar mayor número de ciudades intermedias al mercado de la aviación comercial.
En alojamiento y gastronomía el PIB creció 32,6 %, respecto a igual período de 2019, superando con creces los niveles de la prepandemia. Para el ramo hotelero, los indicadores de ocupación y tarifa son los mejores obtenidos desde hace una década. La participación de huéspedes nacionales dentro del segmento MICE, por ejemplo, aumentó 22 puntos porcentuales, y aunque no sucedió lo mismo con la participación de los extranjeros, que mantiene una ligera caída, este desempeño, en general, coincide con la proyección mundial y confirma que está lejos de materializarse la idea de que el turismo de negocios pronto habrá de desaparecer con la nueva era digital, por cuanto las empresas aún persisten en priorizar el sistema presencial como alternativa de trabajo.
La actividad de los cruceros, por su parte, la más golpeada del sector, no logró recuperarse al ciento por ciento y, por ahora, las expectativas están centradas en llegar al 60 % para la temporada 2022-2023, con fecha de vencimiento en junio próximo. En Cartagena, nuestro puerto más reconocido en el circuito internacional de la modalidad, las autoridades proyectan la llegada de 630.000 pasajeros, una cantidad que, no obstante ser pequeña, superaría en extremo los lánguidos 80.000 que arribaron el año pasado.
Los buenos vientos soplarán para esta temporada vacacional de fin de año, ante las perspectivas de una tendencia igualmente, promisoria. Los datos de reservas aéreas activas correspondientes a viajeros provenientes del exterior ascenderían a 461.360, según ForwardKeys. Cifra que, comparada con la del período comprendido entre noviembre de 2021 y enero pasado, representaría un incremento del 23,3 %.
Un elemento fundamental en este proceso de reactivación turística que vive el país lo constituye el turismo interno, dinamizado en parte por la revaluación del dólar frente al peso, circunstancia que ha encarecido de manera considerable los viajes al exterior. El movimiento de la tasa de cambio estimula el desenvolvimiento de la actividad dentro de las fronteras, al resultar más económico permanecer en el territorio que buscar destinos por fuera. Y la mejor alternativa, en estas épocas de pandemia, es el turismo de naturaleza, en el que el país cada vez tiene más figuración, pese a la fractura del territorio por problemas de violencia.
El turismo nacional despega y en la medida de su crecimiento ejerce un efecto multiplicador sobre la economía y el empleo, porque es un eje estratégico del desarrollo. Su papel como catalizador del equilibrio regional y del alivio de la pobreza dependerá de la voluntad del Gobierno para enfrentar los aletazos del entorno doméstico e irlo acomodando, a partir del nuevo año, como el potencial sustituto del petróleo en materia de divisas. Además, transitar del oro negro al diamante verde es la alternativa para armonizar el turismo con la vida.
En el sector. Esta columna reaparecerá el año entrante y el autor agradece infinitamente a todos los lectores y colaboradores su compañía y sus comentarios, deseándoles felices fiestas de Navidad y un próspero 2023, colmado de salud, bienestar y muchos pero muchos viajes, ojalá en un país más equitativo y solidario.
@gsilvar5
