Con el retiro del cargo del viceministro de Turismo, Julián Guerrero, y el reciente traslado de José Manuel Restrepo a la cartera de Hacienda, después de dirigir el Ministerio de Industria y Comercio durante casi tres años, se desmantela la estructura directiva que manejaba el sector turístico del país, uno de los más afectados por la crisis global -sin precedentes en complejidad y extensión- provocada por la pandemia del COVID-19, con un elevado impacto económico y social.
Durante su paso por ese despacho, tanto exministro como exviceministro salieron bien librados, con balance favorable, reconocido por los gremios. Les correspondió tomar las riendas de una actividad que comenzaba a tomar vuelo desde los inicios de la década pasada y que repuntaba a partir de la confianza generada por el proceso de negociaciones que, finalmente, llevó a la firma del acuerdo de paz suscrito con las Farc durante el gobierno Santos, y que sigue ahí, refundido, entre las nebulosas.
Guerrero, quien conocía en detalle el terreno, pues venía de la presidencia de Procolombia, reemplazó en el viceministerio a Juan Pablo Franky, tras su corta etapa de nueve meses, y dada su experiencia resultó ser pieza clave en el engranaje del sector. Se encargó de promover políticas y acciones encaminadas a la protección de los recursos naturales y a sortear con no pocos apretones la compleja coyuntura desatada por el virus. En la materialización de logros contribuyó su capacidad de empatía, disposición que facilitó el trabajo en equipo con las agremiaciones y los diversos actores de la cadena de valor.
Durante estos tres años, Colombia siguió consolidando una imagen favorable en los portafolios del mercado internacional, ocupó espacios en la prensa especializada, se fortaleció como un destino vigente y relevante y subió algunos puestos en el Índice de Competitividad en Viajes y Turismo del Foro Económico Mundial. En materia de turismo receptivo las cifras tuvieron un comportamiento positivo, hasta que llegó la guillotina del coronavirus.
La promisoria actividad turística en la que avanzaba el país sufrió, sin embargo, un intempestivo movimiento oscilatorio en el último par de años. En 2019 el crecimiento del turismo marcó una tendencia alcista, por encima de la región, al aumentar seis puntos porcentuales, en contraste con Suramérica, que en promedio decreció 3,5 por ciento. Pero en 2020 se llegó al declive. Se pasó de tener el pico más alto de la historia, con rompimiento de récords en materia de viajeros, ocupación hotelera e, incluso, ingresos nominales en las agencias de viaje, a caer en la más profunda de las crisis, consecuencia de la prolongada pandemia que todavía, y con crudeza, sacude a la mayor parte del planeta.
La larga recesión sirvió para comenzar a preparar la industria turística ante las nuevas demandas y tendencias internacionales. La reforma a la Ley General de Turismo, presentada por el Ministerio y aprobada en diciembre pasado por el Congreso, fue la principal apuesta de esta administración. Su enfoque con criterios ambientales promete aportes en valor estratégico para la sostenibilidad, la formalización y la recuperación del sector. Y en un país que ofrece oportunidades de crecimiento y desarrollo, como Colombia, su aplicación reflejará oportunidades para la inversión y la promoción internacional.
Se destaca la implementación de la primera política de turismo sostenible, complemento de la Ley y dirigida a promover la sostenibilidad ambiental hacia el desarrollo turístico y la competitividad para los destinos y negocios del sector. Con motivo de la pandemia, se adoptaron medidas para reactivar el sector e incentivar el ingreso de viajeros internacionales a través de la reducción del IVA a paquetes turísticos y tiquetes aéreos. Para el archipiélago de San Andrés, azotado, además, por el huracán Iota, se acordaron medidas adicionales para promover su actividad turística.
Con el retiro de Restrepo y del viceministro Guerrero corresponde a la ahora ministra, María Ximena Lombana, y a su próxima dupla, encargada de manejar las riendas del sector, el encargo de continuar con las políticas vigentes para mejorar la condición turística del país y conectarla a las exigencias del mercado que plantea la nueva coyuntura. Sigue la etapa de adaptación hacia una propuesta ambientalmente responsable, enfocada a conservar la riqueza natural y cultural. Y a prever la integración de las comunidades y el desarrollo económico en las regiones.
La nueva estructura burocrática -con la que terminará el último tercio de la administración Duque- tiene en sus manos mantener el rumbo y vigorizar la estrategia gubernamental en aras de superar la crisis y restituir las históricas cifras obtenidas antes de la pandemia. Un cometido que dependerá de la disminución del rango de expansión del COVID-19, mediante el avance del plan de vacunación, para abrir el camino a la inmunidad de rebaño y hacia una recuperación turística, literalmente, a prueba de virus.
Twitter: @gsilvar5