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Más cerca de las estrellas

Gonzalo Silva Rivas

15 de diciembre de 2015 - 09:00 p. m.

Mientras Bogotá se apaga con el arranque -esta semana- de la temporada vacacional de fin de año, las principales capitales colombianas prenden la rumba.

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Las playas y el centro turístico de Cartagena esperan atrapar por estos días el interés de unos 250 mil turistas, en tanto que los deslumbrantes decorados y alumbrados navideños de Medellín, junto con las ferias y carnavales de Manizales, Cali y Pasto, buscan tomarse una jugosa tajada del flujo turístico interno, cuyos indicadores presagian un comportamiento optimista, como consecuencia del histórico crecimiento del dólar.

La capital colombiana no es la ciudad preferida por los viajeros para disfrutar de las fiestas más entrañables del año porque no posee el interés, ni encierra la magia que despierta esta época, ni tampoco cuenta con la oferta especializada para la celebración, ni se engalana con el encanto de otros fascinantes lugares. Su fortaleza se consolida en la realización de eventos internacionales, sector que comanda en el ranking nacional gracias a la promoción y a las estrategias que en diversos frentes adelantan entidades como Procolombia, la Cámara de Comercio y el Greater Convention Bureau, que le apuestan al protagonismo de una metrópoli con poco confeti, escasos pesebres y nada de trineos.

Vamos a ver qué se le ocurrirá al próximo alcalde, Enrique Peñalosa, para ponerle un toque de interés adicional a esta ciudad que no deja de tener sus atributos turísticos, su gracia y un cierto embrujo. Un primer paso sería prestarle atención y fortalecer el instituto oficial que abandera los intereses del turismo local, para que adquiera la capacidad de articular acciones gerenciales frente al sector privado. Hoy en día constituye un pequeño elefante blanco, inane, sin liderazgo ni protagonismo, producto de su bajo perfil técnico y de su ridículo presupuesto de inversión, que solo le permite ejecutar pequeños programas de baja trascendencia cualitativa, carentes de impacto medible.

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Durante esta administración el Instituto Distrital de Turismo se movió entre las sombras. Quizás sumó méritos contribuyendo a superar la barrera del millón de turistas extranjeros en 2014, al término de la gestión de Luis Fernando Rosas Londoño (de la que participé como asesor de Comunicaciones). En el último tercio del mandato, los resultados han sido inciertos, y su mayor golpe de opinión lo provocó un asesor de cabecera de la nueva Dirección, quien se posesionó con documentos falsos y fue retirado solo ocho días después de explotar el escándalo en la prensa.

El Concejo de Bogotá tuvo bajo la lupa a la entidad para un debate de control político, promovido por Jorge Durán, que finalmente se abortó por limitaciones de agenda. El promotor mantiene la idea de confrontar a la próxima administración para evaluar resultados y aclarar denuncias que circulan por esos pasillos. En igual tónica se encuentra María Victoria Vargas, cabildante experta en destapar irregularidades en el sector oficial.

El notable aumento de contratistas durante los últimos meses; la vinculación laboral de algunos familiares de funcionarios directivos; la supresión de requisitos a informadores turísticos (solo necesitan cartón de bachiller y no se les exige bilingüismo); la reducción de Puntos de Información Turística y su reemplazo por inadecuadas cabinas móviles en forma de dummies publicitarios, así como ciertos gastos y compras que podrían configurar un detrimento patrimonial, quedan como temas de agenda para la nueva legislatura, marcada por el ojo inquisidor de una mayoría política severamente crítica con el mandato de la saliente “Bogotá Humana”.

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El desafío del alcalde Peñalosa para darle un revolcón a esta industria está en arreglar la casa, promover y fortalecer el alistamiento turístico, mejorar la infraestructura e impulsar una fuerte campaña promocional. Dentro de las alternativas a explorar no sobraría revisar la propuesta del concejal Roger Carrillo de crear una Secretaría de Turismo, apoyada por una entidad comercial y descentralizada que promueva la ciudad a través de los recursos generados por la comercialización de los bienes y servicios turísticos.

La bella y fascinante Bogotá, la “ciudad de las Infinitas Posibilidades” -como reza el slogan de esta administración-, tendrá que ser suficientemente recursiva -como Medellín o Cartagena- para que dichas posibilidades turísticas se le vuelvan realidad. Y -como el persuasivo mensaje de Peñalosa, durante su primera alcaldía- se eleve “2.600 metros más cerca de las estrellas”.

gsilvarivas@gmail.com

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