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Muy aisladas

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Gonzalo Silva Rivas
01 de octubre de 2013 - 11:00 p. m.
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La designación de la providenciana Sandra Victoria Howard como viceministra de Turismo tiene varias connotaciones.

Las más mediáticas son la reafirmación que hace el Gobierno de la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés, y la reivindicación de la presencia isleña en el gabinete nacional.

Durante reciente visita a la isla, para no dejar dudas sobre su compromiso con la defensa de la plataforma continental y con los derechos y oportunidades de la comunidad, el presidente Santos seleccionó para el cargo a una dirigente raizal, jugándose una carta que le permitirá reactivar al sector turístico local y visibilizar este rincón de la Patria en el escenario internacional. Pero además, y en aras de significar la jerarquía del nombramiento, le ratificó el viejo discurso oficial –que tan poco creíble suena– de que el turismo es y seguirá siendo una prioridad para el país.

Si algo positivo pudiera sacársele a la sentencia de la CIJ es que ha contribuido para que el Gobierno dirija la mirada hacia este departamento de ultramar, eternamente marginado de las políticas nacionales; excluido de los proyectos económicos; relegado de las programaciones y prioridades en conectividad aérea, y golpeado en sus lejanas pretensiones de convertirse en un competitivo destino turístico en el Caribe. Largo tiempo llevaba la comunidad reclamando presencia en la médula del poder. 

El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina vive momentos difíciles como consecuencia de su creciente y gradual deterioro, que no se compadece con su celebrada inclusión dentro del régimen departamental, a raíz de la Constitución del 91. El abandono central, las oscuras administraciones locales, la mala inversión pública, la precaria infraestructura, los pésimos servicios, el desplome económico, el aumento del desempleo, la carencia de políticas sobre turismo y la inadecuada planeación de la industria, han postrado a la región en la sala de urgencias.

El flujo nacional de visitantes, estimulado por su anterior condición de puerto libre, terminó restringido como consecuencia de la apertura económica, y la isla quedó fuera de la competencia. Las propuestas hoteleras del “todo incluido” se tomaron el mercado y dieron muerte por inanición a los buenos restaurantes y a los grandes almacenes. La oferta turística perdió su diversidad y dejó de ser la cuota productiva del archipiélago. Los gremios locales dejaron de funcionar, y los raizales cedieron el control de la economía a judíos, árabes y a ciertos adinerados continentales. 

Tremendo reto deberá enfrentar entonces la nueva viceministra para priorizar el desarrollo turístico de su terruño y evitar que el archipiélago de San Andrés continúe siendo, para estímulo del apetito nicaragüense, una sucesión de islas muy aisladas. 

gsilvarivas@gmail.com

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