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El comportamiento alcista que registra el dólar en Colombia y en buena parte de las naciones latinoamericanas le plantea a la región desafíos y oportunidades para dinamizar su potencial turístico y aumentar la demanda de viajeros.
El fortalecimiento de la moneda estadounidense la vuelve menos costosa y, por consiguiente, más sugestiva, facilitándole atrapar corrientes gringas y europeas, que a raíz de la sostenida crisis económica tienen los ojos puestos por estas latitudes.
Sin embargo, la conquista de visitantes será luchada, pues todos los países estarán tentados a buscar su pedazo de torta en el mercado. Algunos de ellos, como México y ciertas islas del Caribe que dependen del turismo y cuentan con una adecuada infraestructura, procurarán apropiarse de las mayores porciones, mientras los centroamericanos, favorecidos por su cercano entorno con los Estados Unidos, privilegiarán sus posibilidades para quedarse con los viajeros que vienen del norte del continente. Brasil, Uruguay, Perú y Argentina, entre los más afectados por la caída de divisas, intentan sortear sus delicadas consecuencias realizando ajustes en el sector.
Aunque la depreciación monetaria genera sombras de presiones inflacionarias internas, también se presta como ocasión para empujar a la industria y redirigirla hacia múltiples alternativas emisoras que andan a la caza de seductores destinos. El crecimiento de la demanda contribuye a expandir el consumo y reactiva el sector de comercio, hoteles y restaurantes. Para varias economías será la principal apuesta en los propósitos de reducirle el freno a sus limitados desempeños, causados por problemas de contracción o desaceleración.
Colombia tiene la posibilidad de sacarle jugo a esta coyuntura y optimizar sus dividendos, ahora que el turismo se ha vuelto herramienta de primera mano para el Gobierno en su afán por nivelar una balanza de pagos que suda petróleo. Desbancó al carbón como segundo generador de divisas y bien podría respirarle en la nuca a los hidrocarburos. Frente a un escenario que a corto y mediano plazo se muestra particularmente apetitoso para tomar tajada, muchas cosas están por hacerse si se piensa en multiplicar el flujo de los dos millones de extranjeros no residentes —sin incluir las zonas transfronterizas— que nos visitaron el año pasado.
Hacerle revisión a la infraestructura local y subirles los niveles de calidad a los servicios logísticos es el primer paso para lograr un posicionamiento estratégico del país ante el mercado internacional. La asamblea de la OMT que tendrá sede en Medellín el mes entrante, resulta ser la vitrina ideal para comprometer cambios y ofertar los múltiples atractivos que condensa el país en materia de diversidad turística, cultural y natural, suficientes para entrar en directa competencia dentro de la variopinta oferta regional.
Un Talón de Aquiles seguirán siendo los altos costos de nuestro destino con respecto a gran parte de los latinoamericanos, lo que constituye una anormalidad que le resta competitividad frente a propuestas equiparables pero interesantes por su moderado precio. Gobierno, líneas aéreas, hoteleros, restaurantes y subsectores que apuntalan la industria podrían comprometerse a replantear el valor de las tarifas para no ahuyentar a los potenciales turistas extranjeros y mucho menos a los nacionales que hoy —gracias al creciente movimiento del dólar— tienen expectativas visibles para priorizar los rincones de la geografía nacional.
Es la oportunidad que nace de una crisis, como decía Albert Einstein, y hay que saber agarrarla para que los turistas no nos vuelen por encima.
gsilvarivas@gmail.com
