El pistoletazo de largada dado a las campañas de vacunación contra el COVID-19 en algunos países de Europa y América revive en algo la esperanza de emprender el esperado proceso de reactivación de la industria turística, tan duramente castigada por la letal enfermedad. A 13 meses de la aparición de sus primeros casos en un mercado mayorista de la remota ciudad china de Wuhan, y a un año exacto de que fuera declarada por la OMS como un riesgo de salud pública de interés general, los estragos causados por la pandemia han sido devastadores, resultado de la obligada parálisis decretada a nivel mundial, de la que aún no se sobrepone la mayor parte del planeta.
El escenario que dejó 2020 fue demoledor para el sector. La azarosa primavera del primer bimestre dio paso a una temporada oscura, incierta y tormentosa, la peor en su historia, reflejada en un balance en rojo para todos sus indicadores. El confinamiento y cierre de fronteras provocaron no solo el desplome de los viajes internacionales y domésticos y pusieron en cuarentena, uno por uno, el portafolio de los atractivos turísticos, sin distingos de ubicación, sino que arrasaron, además, con millares de empresas y empleos.
Algunos de los resultados los acaba de cuantificar la Organización Mundial del Turismo. Las llegadas internacionales, con respecto a 2019, se redujeron en 1.000 millones de arribos, con un registro de caída del 74%, mientras que las pérdidas en ingresos se estiman en US$1,3 billones, cifra que multiplica más de 11 veces la que fuera consignada durante la severa crisis económica global de 2008, que para ese entonces etiquetó dicho año como el más turbulento y el de peores contrastes para la industria turística.
La pandemia, sin embargo, no baja el ritmo y se recrudece en algunos países, y mientras aumenta la incertidumbre sobre cuándo se dará la vuelta a la normalidad, continúa su camino arrollador, destruyendo la economía del sector, debilitando a los grandes jugadores y comprometiendo el cierre de pequeñas y medianas empresas, devoradas por montones ante un tempestuoso oleaje de quiebras y cierres. Innumerables son los establecimientos que han quedado sin posibilidad de volver a operar, circunstancia que incide de manera preocupante en la oferta laboral. Los informes de la OMT advierten que en condición de riesgo se mantienen alrededor de 120 millones de empleos turísticos directos.
Las reaperturas temporales en las actividades de la industria, como viene sucediendo hasta ahora, no garantizan su reactivación continuada, situación insostenible, más aún cuando países de América y Europa siguen enfrentando un creciente número de contagios, consecuencia de los rebrotes y la aparición de nuevas cepas del coronavirus todavía más peligrosas por la rapidez de su propagación, que obligan a los gobiernos a ordenar mayores restricciones cuyo resultado, además de acentuar la parálisis en la movilización, aumenta la incertidumbre de viajar.
El encarrilamiento del turismo global será posible en la medida en que desaparezcan las cuarentenas y los cierres de fronteras, y se generalicen las campañas de vacunación contra el virus, siempre y cuando quede comprobada su verdadera efectividad y no se abandonen otras herramientas de mitigación del riesgo, como las pruebas de diagnóstico. La reactivación gradual y sostenida irá, entonces, de la mano de la aplicación de acciones y políticas eficaces que despejen los naturales temores al contagio y recobren la confianza de los viajeros.
Dentro de este contexto girarán las perspectivas de recuperación de la industria. Sobre una eventual fecha, encuestas realizadas entre expertos de la Organización Mundial del Turismo muestran disensos, consecuentes con la situación actual de complejidad y el comportamiento del virus, cuyos misterios todavía no se acaban de descifrar. Las esperanzas puestas el año pasado en este 2021 parecen desinflarse ante las habituales medidas de cierres fronterizos y restricciones aéreas. Dada la agresiva arremetida del COVID-19 en gran parte del planeta, el repunte parece ser previsible solo hasta el próximo año.
En 2020 el turismo internacional retrocedió tres décadas y regresar al más reciente nivel prepandémico, a las alentadoras cifras de 2019, podría tomarle entre dos y cuatro años. Claro está, siempre y cuando la industria también reciba su propia vacuna, una que le inyecte su buena dosis de turistas, le refuerce el sistema inmunitario y le prevenga de una potencialmente grave hecatombe, pero que además sea rápida y eficaz porque el turismo es, hoy por hoy, un paciente impaciente.
Adenda. América fue la región con menor descenso en llegadas de turistas durante 2020, respecto a 2019, con una caída del 69%; seguida de Europa, que gracias al breve repunte que alcanzó en la temporada de verano marcó un 70%. Por su parte, Asia y el Pacífico constituyeron el bloque más afectado, con una bajada del 84%, nueve puntos por encima de Oriente Medio y África, que redujeron los arribos en 75%.