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El forzoso -o, quizás, forzado- aterrizaje de barriga de la aerolínea Viva Air, hace exactamente una semana, fue el primer desenlace de un entramado, con intereses empresariales, que se ha venido tejiendo desde abril del año pasado, cuando sus directivas aceptaron suscribir, de conformidad, un acuerdo con Avianca, con el propósito de forzar una integración, en cabeza de esta última.
Epílogo bastante controvertido, por la debacle aeroportuaria que generó la súbita decisión de la compañía de dejar en tierra la totalidad de su flota aérea, en perjuicio de millares de pasajeros que durante el resto de la semana terminaron varados en las terminales, tanto en Colombia como en el exterior, a la espera de que otras aerolíneas, a solicitud del Gobierno, contribuyeran a su rescate.
Un procedimiento irresponsable, teniendo en cuenta que solo hasta pocas horas antes del cese de actividades se vendieron alrededor de 5.000 tiquetes, muchos con vigencia futura, adquiridos, en un gran número, por un sensible nicho social de consumidores, que privilegiaba la economía de sus precios. El estimado de las reservas que tiene la compañía es de seis meses, lo que indica que la afectación, también, recae sobre un considerable nicho de pasajeros que previó el uso de tiquetes dentro de ese tiempo.
Por ser el transporte aéreo un servicio público esencial, y tal y como lo contempla la regulación aeronáutica, Viva Air estaba obligada a informar oficialmente acerca de la decisión de suspender actividades, por lo menos con dos semanas de anticipación, para permitir, de esa manera, que las autoridades planificaran la prestación del servicio cesante, a través de otros aperadores aéreos. El CEO de la compañía, simplemente, notificó al director de la Aerocivil, algunos días antes, sobre dicha eventualidad, a través de un escueto mensaje por WhatsApp, en otra evidente irregularidad, al omitir el manejo de los canales institucionales.
El Reglamento Aeronáutico contempla requisitos puntuales para casos como este, en el que las empresas se ven obligadas a suspender rutas, procedimiento que no se cumplió y que trajo como consecuencia la escandalosa afectación a los consumidores. Se estima que 17 mil usuarios, por lo menos, sufrieron el impacto de la infortunada determinación, sin contar el costoso riesgo que pende sobre las agencias de viajes, por la venta de pasajes, cuyo monto, calculado en $5.500 millones se encuentra en poder de la empresa de aviación.
Queda en manos de la Superintendencia de Transporte investigar los alcances de la violación a los derechos de usuarios y exigir su inmediata compensación, un compromiso del que la aerolínea pretende desprenderse cuando, con inusitado desparpajo, afirma no estar en capacidad de cumplir, bajo el pretexto de su precario flujo de caja.
La abrupta suspensión de las operaciones de Viva postra aún más su situación financiera, dado el incremento de su pasivo, alimentado por las enormes pérdidas ocasionadas por la parálisis de la flota, el pago de arrendamientos de aviones y de nómina, los compromisos adquiridos con los proveedores, el reembolso de los pasajes no servidos y las sanciones a las que podría verse abocada por culpa de sus desacertadas actuaciones. Ante la crisis que la devora, la única opción habida para mantener impulso era conservando una mínima operación, que le permitiera recibir ingresos.
El segundo desenlace de este discutido armazón tendrá que darse de inmediato, cuando los entes reguladores se pronuncien sobre la legalidad de integración con Avianca, tras la disposición de la SIC de investigar la compra de sus acciones por parte del mayor operador aéreo en Colombia. Este acuerdo comercial, a través del cual Avianca adquirió el 100% de los derechos económicos de la low cost en Colombia y Perú, debió haber sido perfeccionado ante la Aeronáutica en su momento, pero solo se notificó cuatro meses después, en agosto pasado, proceso que objetó la entidad, en primera instancia, por considerar la posible existencia de riesgos para la competencia y los usuarios.
Las autoridades investigan indicios que permitirían concluir que Avianca, de facto, asumió el control de Viva, con manejo absoluto, dando pie a una fusión de hecho, y creando, en la práctica, una unidad empresarial, con evidente conjunción de negocios y en abierta violación a la libre competencia. Comportamiento que Avianca niega, insistiendo en que su interés ha sido rescatar a Viva Air de su deterioro. Para el efecto, este fin de semana la aerolínea presentó una propuesta encaminada a subsanar las observaciones hechas por la Aerocivil sobre una ocasional pérdida de competencia en el sector.
El peligro de construirse un monopolio radica en que las dos compañías controlaban cerca de 80% de las rutas troncales; más del 60% de la tajada de pasajeros, 41% Avianca y 20% Viva Air, además de buena parte de los horarios prime en El Dorado. En esas condiciones, una fusión perturbaría las condiciones del mercado, al desestimular la presencia de aerolíneas competidoras y, seguramente, desencadenar deficiencias en el servicio, someter los pasajes al vaivén de precios anticompetitivos y arbitrarios, en detrimento de los pasajeros.
Son varios los frentes de investigación que abrieron los organismos reguladores del Estado, que serán los encargados, por estos días, de decir la última palabra. Y, como es presumible, imponer las sanciones de ley, ante el costalado de irregularidades que han venido volando sobre el sector.
Por el momento, Viva Air, aerolínea ciento por ciento colombiana, ha perdido credibilidad, con una imagen seriamente resquebrajada y muy escasas posibilidades de sobrevivir por sus propios medios. Pese a ese futuro incierto, el Gobierno deberá promover el camino más responsable para oxigenarla, en defensa de sus millares de empleados cesantes y de decenas de destinos que han quedado con un servicio aéreo restringido.
Sin embargo, el camino a seguir debe estar soportado en dar seguridad a la competencia y facilitar un mercado equitativo a los usuarios. Y de ser necesario, generar una intervención para poner orden en el sector, evitando cualquier otro forzado aterrizaje de barriga o alguna nueva avivatada empresarial.
@gsilvar5
