Inseguridad y terrorismo son flagelos que suelen detonar el turismo, industria basada en principios de tolerancia y coexistencia pacífica.
Sus acciones tienden a ser auto-regresivas y a provocar oscilaciones negativas en el mercado, a veces por largo tiempo y con altos costos como ha sucedido en Egipto, Indonesia y Bali.
México enfrenta el azote del terror mafioso con una de las tasas de criminalidad más altas del mundo, pero su sólido sector turístico aunque trastabilla, se innova, se reinventa, se promueve, y ahí va, manteniendo el liderazgo en América Latina, con más de 22 millones de visitantes, muy alejado de Argentina, segundo destino regional, que apenas disfruta de sus seis paquetes.
Quizás el reciente atentado terrorista en Bogotá refleje a corto plazo alguna incidencia en las estadísticas sobre el flujo de viajeros. Lo que sí está claro es que la ciudad y su industria turística han adquirido cierto crecimiento y madurez para resistir, dentro de determinados márgenes de estabilidad, embates aislados de la delincuencia. Entre 2008 y 2011 la capital fue víctima de ocho ataques criminales de connotación mediática, tres de ellos el año pasado, sin que se frenara su avance en los rankings globales que miden inversiones y reuniones corporativas ni se perturbara el gradual crecimiento de turistas.
El reciente listado de la Asociación Internacional de Congresos y Convenciones (ICCA) revela que en 2011 Bogotá mejoró, respecto a 2010, dos posiciones en el escalafón mundial de realización de eventos de gran talla. Entre 377 ciudades ocupa el puesto 45, y en Latinoamérica se consolida como la sexta en importancia, a tan solo 5 eventos del quinto lugar. Bogotá fue sede de 44 reuniones internacionales, la mitad de las que organizaron Madrid o Budapest, situadas 13 en el escalafón.
En materia inversionista las cosas pintan igual de bien. El informe 2012 de Inteligencia de Negocios de Chile y la Universidad del Rosario destaca su alta reputación internacional entre las ciudades comparadas, y la posiciona en el quinto puesto en el ámbito Latinoamericano –hace un año estaba en el noveno-, después de Sao Paulo, Santiago, México y Lima.
Grande es el esfuerzo que adelantan gobiernos nacional y distrital junto a empresarios privados para atraer, poquito a poco, corrientes de turismo internacional, pero son estos mensajes terroristas junto al fanatismo inquisidor, que al unísono llaman a la desestabilización, los que pueden dar al traste con lo logrado, y de un solo tajo.