La escogencia de Medellín como sede de la XXI Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo para 2015; la designación de Colombia para presidir la Comisión para las Américas de la misma organización en 2014, y el lanzamiento de la nueva marca ciudad para Bogotá ayer, reflejan la creciente participación del país en el portafolio turístico internacional, y proyectan el potencial de un sector nacional que podría alcanzar niveles competitivos, si recibiera la atención adecuada del Estado.
Los dos primeros son eventos pilares dentro de la organización y el desarrollo de esta industria que el año pasado alcanzó la cifra récord de los mil millones de turistas internacionales, y cuya repercusión hoy en día es fundamental en la vida económica, social, cultural y política del mundo. Ambos son escenarios de reflexión para orientar y fomentar la actividad y para trabajar en la creación de estrategias que contribuyan a fortalecer los flujos de viajeros y a mejorar el intercambio global y regional.
En 2007, Cartagena fue sede de la Asamblea General de la OMT, y el éxito del evento apalancó de alguna manera la decisión de adjudicar esta nueva responsabilidad a la capital antioqueña, que se proyecta como una atractiva propuesta turística dentro del escenario orbital tanto por sus avances sociales, económicos y culturales como por el crecimiento de su infraestructura hotelera y corporativa.
Gracias al liderazgo del Mincomercio y de Proexport, Colombia ha redoblado en los últimos años la gestión promocional para mejorar su imagen frente a los variados problemas que vive el país y para hacerse visible como una plaza de interés para el turismo. Pero es mucho lo que falta por hacer. Tímida es la inversión para alistar, potenciar y dar a conocer la oferta, como es bastante limitada la labor para captar y conquistar la demanda.
Las políticas turísticas a nivel nacional son pobres; el divorcio para la concertación de hojas de ruta entre sectores público y privado es evidente; los presupuestos de las entidades regionales para incentivar el sector es precario; la colaboración interinstitucional, casi nula, y la gran mayoría de planes de desarrollo ignoran el sector.
Esfuerzos aislados, como los que adelanta Medellín en mercadeo; Cartagena y su Corporación Turismo para socializar el Plan Sectorial; y el Instituto Distrital de Turismo de Bogotá en asocio con el Bureau, Invest in y la Cámara de Comercio, deben multiplicarse en todas las entidades territoriales para crear una cultura de identidad nacional que posicione a Colombia como un destino continental competitivo. Valga recordar al empresario Henry Ford: “Llegar juntos es el inicio. Trabajar juntos es el éxito”. El país, al menos, debería empezar por lo primero; es decir, por el principio.
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