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Por punta y punta

Gonzalo Silva Rivas

27 de agosto de 2013 - 06:22 p. m.

La producción de biocombustibles es un hecho incuestionable, que no tiene reversa.

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El daño monumental que se le ha hecho a la capa de ozono por culpa del CO2 y de otros gases de efecto invernadero producidos por la utilización de combustibles fósiles no renovables, compromete esfuerzos y responsabilidades multilaterales para reducir los estragos de una próxima tragedia ambiental.

En nuestra anterior columna celebramos el positivo paso dado el miércoles pasado en Colombia por la aerolínea LAN al experimentar un primer vuelo local, entre Bogotá y Cali, cargado con una mezcla de biocombustible y carburante tradicional Jet A1, como parte de la apuesta mundial que se libra para el desarrollo de biocombustibles sostenibles en la aviación comercial. Sin embargo, algunos lectores han abordado el debate que se teje desde finales del siglo pasado sobre las peligrosas consecuencias que alternativas semejantes, surgidas a partir del uso de fuentes renovables, producen en la seguridad alimentaria.

La industria de la aviación centra sus investigaciones en combustibles de segunda generación, provenientes de cultivos que no afectan mayormente tierras ni siembras ni recursos naturales destinados a la alimentación, tomando un camino diferente al de los proyectos pioneros, conocidos como de primera generación, cuya producción de energía está basada en insumos comestibles como maíz, trigo o caña de azúcar. Las camelinas, jatrophas, halófitos y otras especies desarrolladas en áreas desérticas y condiciones ambientales extremas, al igual que ciertas algas y residuos orgánicos, son las que se ubican hoy en la mira del sector como soporte de su materia prima.

El avance comercial de la tecnología en las últimas décadas no solo debe estar direccionado hacia una drástica reducción de los gases que destruyen la capa de ozono y promueven el calentamiento global sino también a salvaguardar la  alimentación de la humanidad. Y aunque es probable que el componente principal de motivación en la afanosa búsqueda de nuevas propuestas energéticas esté dado por los elevados costos del petróleo y el evidente agotamiento de sus reservas, sin duda el medio ambiente y la protección de alimentos tendrán que recibir un gran alivio, si se obra con sensatez.   

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Corpoica adelanta en el municipio de Albania, Guajira, un modelo de biorefinería integral, donde se analiza el potencial de la jatropha en Colombia, como parte de un largo proceso de conocimiento y desarrollo tecnológico para el servicio de la aviación. Es en la producción sostenible de biocombustibles, sin afectación de la estabilidad alimentaria, donde están cifradas las esperanzas de la humanidad. De lo contrario, la catástrofe mundial será por punta y punta.

gsilvarivas@gmail.com

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