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Que salga disparada

Gonzalo Silva Rivas

28 de junio de 2016 - 10:43 p. m.

Tras el acuerdo firmado en La Habana para silenciar los fusiles de las Farc, el turismo se coloca en la balanza de las alternativas como un actor determinante para la construcción de la paz.

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El punto final a 52 años de conflicto con la organización armada ilegal de mayor presencia en el territorio nacional, le permitiría al Estado tomar control de amplias zonas con vocación turística y científica para ponerlas al servicio de las comunidades y dinamizar esta industria que soporta gran parte de la economía. 

El turismo ha sido recurrente víctima de la violencia pero ha sorteado la amenaza y en la última década destaca cifras alentadoras. De menos de dos millones de turistas registrados a inicios del siglo, alcanzó 4.5 millones el año pasado, y su crecimiento sostenido augura -aún dentro de las dificultades actuales- que celebrará la meta de cinco millones para 2018. En el último quinquenio, el número de visitantes se incrementó en 60%, impulsado por el comprimido segmento de los negocios -en el que Colombia ocupa el tercer puesto en Suramérica- y por el incremento de la modalidad de ocio, que con el 50% del flujo total empieza a descubrirse para el interés extranjero.

Su impacto en la economía es significativo. Entre 2010 y 2014 el país superó los US$5 mil millones en ingresos turísticos y las expectativas de US$6 mil millones para 2018 están al alcance de la mano. La industria se posiciona entonces como el segundo sector que genera divisas después del petróleo, y de llegar a buen destino lo acordado en Cuba la proyección de su crecimiento podría oscilar entre el 20 y el 30 por ciento.

Pese a las contingencias de orden público, el sector pasa por buen momento y en el horizonte se vislumbran tiempos de sol para el cese de la tormenta. La paz le representa un amplio horizonte de oportunidades. La formalización del acuerdo de cese al fuego con el principal protagonista de la guerra abre camino para comenzar a cimentar una nación moderna e inclusiva, que multiplique inversiones y turistas y ponga a manteles los innumerables atractivos de excepcional belleza caribeña que se han perdido para viajeros y comunidades.

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Un ejemplo lo tenemos en los Parques Naturales, envidiable riqueza ecosistémica de más de 5 millones de hectáreas que contribuye a la conservación de la biodiversidad y a la estabilidad del clima. En alto porcentaje los 59 parques nacionales, incluidos en el sistema de áreas protegidas, tienen presencia guerrillera y de otros grupos ilegales. A las Farc les corresponde una amplia tajada y su retiro de aquel conjunto de recursos naturales y culturales podría traducirse en disfrute público y en trabajo científico e investigativo.
Las Hermosas, en límites entre Valle y Tolima, escenario de valor estético y provisión hidrológica, donde por décadas se encubrió el jefe guerrillero Alfonso Cano; La Macarena, Meta, excepcional área de flora y fauna únicas, con vestigios de cultural indígena, en cuyas inmediaciones el ‘Mono Jojoy’ construyó las llamadas cárceles para secuestrados y se tuvo retenida a Ingrid Betancourt; El Sanquianga, Nariño, en donde anidan múltiples especies de aves y se acumula el 20% de los manglares del Pacífico; Paramillo, Córdoba, el mayor bosque húmedo del norte del país, y Catatumbo Bari, Norte de Santander, un exuberante jardín tropical, son algunos de los tantos prodigiosos pulmones naturales que podrían volver a respirar, oxigenarse, sacudirse de los efectos nocivos dejados por medio siglo de ilicitudes de las Farc y darse de manera plena al servicio del ecoturismo.

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Faltará rematar los acuerdos y consolidar un proceso integral de paz que culmine con el accionar criminal y guerrerista de los demás grupos que están por fuera de la ley, para sacarle provecho al inexplotado potencial de nuestro turismo. Y habrá también que preparar, perfeccionar y potenciar productos turísticos en las zonas afectadas; invertir recursos para mejorarles infraestructuras vial, física y de servicios; capacitar comunidades locales, y sumar conectividad nacional e internacional. Millares de personas inmersas en el conflicto podrán capacitarse y vincularse al desarrollo de este mercado en condiciones de trabajo dignas.

Para hacer del turismo un activo de la economía nacional y herramienta de armonización social, se requerirá de una aplicada dosis de voluntad política, con el firme empeño de silenciar fusiles y prenderle motores a la llamada “locomotora de la paz” para que esta sea -literalmente- la única que salga disparada.

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5

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