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Santa Marta tiene con que…

Gonzalo Silva Rivas

30 de julio de 2025 - 12:04 a. m.

Santa Marta, la bella Santa Marta, amaneció de fiesta, al traspasar, ayer, la barrera de los quinientos años de existencia. Celebración que alegra, no solo por tratarse de la segunda ciudad más antigua de Suramérica, después de la ciudad sagrada de Caral (Perú), levantada cerca de Lima hace 5.000 años antes de Cristo, sino porque es referente nacional, que simboliza heroicas páginas de nuestra historia y representa uno de los destinos turísticos más emblemáticos del país, gracias a su riqueza natural y cultural.

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Sin embargo, estos tiempos de festividad cogen a la capital samaria remando, con una pesada carga de afugias, hacia las, aún, lejanas costas de su desarrollo económico y social, el colofón que requiere para convertirse en un destino turístico de talla internacional. La Perla de América o el Balcón de América, como la apellidan, es una urbe dinámica, vibrante, que navega por aguas agitadas hacia el progreso, aspiración ralentizada durante largas décadas por la incapacidad de sus administraciones y los desmanes de la burocracia, la politiquería y la corrupción.

De tiempo atrás la ciudad enfrenta problemas estructurales que limitan su desarrollo y afectan la calidad de vida de sus pobladores. Registra una elevada tasa de pobreza, consecuencia de múltiples factores. Desde la falta de oportunidades para los jóvenes y la restringida capacidad de generar empleo para atender la demanda laboral, hasta el crecimiento desordenado de la ciudad, con vías deterioradas, y el difícil acceso a los servicios públicos en numerosas zonas urbanas y suburbanas.

Pese a que el flujo de visitantes está situado por debajo de la media nacional, el turismo es el eje central de su economía. Bordea el 70 por ciento de los ingresos locales y representa algo más del 50 por ciento de las plazas laborales. Sus habitantes viven, literalmente, del turismo, la materia prima de una industria clave, convertida en plataforma de lanzamiento de actividades productivas, como el transporte, el comercio, el alojamiento, la gastronomía y otras más que alimentan sus finanzas.

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Sin embargo, este importante motor de desarrollo no le ha posibilitado reducir la marcada brecha social existente. De una parte, porque las insuficiencias de la ciudad disuaden a los viajeros, y, por otro lado, porque la evolución que ha tenido la diversificación y promoción internacional de su propuesta turística no refleja a plenitud su nutrida y diversa oferta en atributos naturales, anclados en medio de una exuberante biodiversidad.

Santa Marta se ha pensado y manejado como un destino económico, de sol y playa, articulado con una variada alternativa hotelera y gastronómica, dirigido hacia un turismo masivo y de bajo costo, que produce afectaciones en infraestructura y medio ambiente, y genera escaso beneficio en materia de ingresos. Un turismo en cuyos términos prevalece la cantidad sobre la calidad, centrado, principalmente, en el mercado doméstico.

Se carece de una clara identidad sobre lo que se pretende promover como portafolio calificado en el sector, desaprovechando el portentoso potencial que va más allá de su ancestral magia citadina, al incorporar un entorno natural plasmado de vida, historia y cultura, donde anidan sus joyas de la corona: la majestuosa Sierra Nevada, la montaña costera más alta del mundo; la reserva natural de Minca y sus cascadas cristalinas, la Ciudad Perdida, el Parque Nacional Tayrona y los ensoñadores pueblos palafitos de la Ciénaga Grande. Un ecosistema fascinante para la práctica de ecoturismo, aviturismo y turismo étnico y ancestral, modalidades que toman fuerza en el mercado internacional, después de la amarga y dolorosa experiencia pandémica.

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En los últimos cuatro años, Santa Marta recibió cerca de once millones de viajeros, de ellos tan solo unos doscientos mil provenientes del exterior, una cifra considerablemente baja, comparada con otros destinos del Caribe, una de las regiones vacacionales de mayor movimiento en el mundo. En 2024, por ejemplo, Cancún acogió 20 millones de pasajeros internacionales, mientras Punta Cana absorbió la mayor tajada de los once millones que arribaron a la República Dominicana.

En reciente nota editorial del diario La Opinión, se señala que la ciudad no necesita homenajes ni conmemoraciones, sino soluciones concretas en el corto, mediano y largo plazo, dada la compleja realidad actual. En su llamado a los gobiernos nacional y local, se plantea priorizar proyectos que redunden en desarrollo socioeconómico y ordenamiento territorial, para mejorar la infraestructura de la ciudad, vigorizar un turismo sostenible y mejorar las condiciones de vida.

Relaciona la construcción de un nuevo aeropuerto metropolitano, a la altura del futuro de la región; la reubicación de las instalaciones de Ecopetrol para liberar el frente costero y ponerlo al servicio de un proyecto turístico transformador; el traslado del batallón de la Primera División del Ejército, actualmente en pleno corredor costero del Centro Histórico, ocupando una de las franjas de playa más hermosas y con mayor potencial de integración urbana entre el centro, el puerto y El Rodadero; la reinversión territorial en la zona de influencia del Parque Tayrona, carente de vías de acceso, infraestructura y servicios básicos, y la integración urbana, a través del corredor férreo, que permita su reconversión parcial como corredor verde.

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Ahora que Santa Marta supera el medio milenio de existencia deberá replantearse como ciudad y como atractivo turístico, coordinando una responsable articulación institucional que le permita afrontar sus múltiples falencias para promoverse, decididamente, haciendo uso de sus ventajas comparativas y competitivas, como una metrópoli moderna e inclusiva y un destino turístico de lujo y sostenible dentro del portafolio internacional.

Que esta honrosa celebración sirva para alinear a las fuerzas vidas de la ciudad, con el propósito de sumar esfuerzos y activar políticas púbicas que le permitan seguir trazando historia y transformarse en destino de lujo, exclusivo, de alta calidad y de experiencias personalizadas. El maravilloso Balcón de América deberá asomarse al mundo, porque, en atractivo turístico, tiene con qué hacerlo...

En el sector: Los viajeros a Argentina estarán obligados, desde ya, a contar con un seguro de viajes de cobertura médica integral como requisito indispensable para ingresar al país. El seguro debe tener un monto mínimo de US$20 mil y será necesario presentarlo para tener acceso a los servicios gratuitos de los hospitales públicos. Los nuevos requisitos migratorios contemplan, también, la presentación de una declaración jurada, pasaporte vigente con al menos tres meses de validez, prueba de fondos suficientes —50 dólares por día como mínimo— y billete de ida y vuelta. Mientras tanto, el país sufre una grave crisis en su turismo interno, con una caída superior al 20 por ciento en el reciente verano.

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gsilvarivas@gmail.com

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