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Sombras nada más

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Gonzalo Silva Rivas
17 de marzo de 2015 - 04:52 a. m.
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El terrorismo y la delincuencia son eventos negativos que causan crisis en el turismo. La ola de siete explosiones que ha sacudido a Bogotá en lo corrido del año prende alarmas por la amenaza que representa para la población.

El último artefacto, accionado hace menos de una semana, despertó al sector turístico, que en la voz del gremio hotelero califica lo sucedido como una señal inequívoca de los problemas de seguridad que vive la ciudad y un peligroso indicio para el turismo.

Bogotá es la principal puerta de ingreso de los visitantes extranjeros y el primer referente del país en actividades de la industria -como recuerda Cotelco-, y viene al caso la organización de eventos internacionales donde se tiene cierta fortaleza en el catálogo global. Cada petardo que sacude la serenidad de los ciudadanos le quita a la capital de la República una porción de divisas pero especialmente una suculenta tajada de lo que podría llamarse su atractivo dentro del mercado turístico.

A las bombas panfletarias de mediano poder, se le suma a la ciudad la carga de la última encuesta de percepción de seguridad y victimización, elaborada a finales del año pasado por la Cámara de Comercio, en la que la no sale bien librada administración por los resultados conocidos. Aunque la victimización disminuyó ligeramente del 47% al 41% en comparación con la medición anterior, la percepción de inseguridad sigue por lo alto y cobija a la mitad de los ciudadanos.

La capital viene de atravesar un 2014 difícil, con deterioro de indicadores, tal y como lo reveló hace un par de meses el mismo Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad, adscrito a la Secretaría de Gobierno Distrital, que comprobó un crecimiento de la mayoría de los delitos de alto impacto -atracos, hurtos, riñas y lesiones personales-, cotejado con el informe de 2013.

La victimización y percepción de inseguridad en Bogotá han rondado a lo largo de la década por la franja del 50% al 55%, reflejando un panorama de desconfianza que, sin duda, tiene alta dosis de responsabilidad en el bajo desempeño del turismo internacional. El millón de visitantes extranjeros alcanzado en el 2013 descendió en suave declive, y no son claras las perspectivas a corto plazo de darle un empujón a las cifras, mientras se mantengan los actuales índices de criminalidad.

La seguridad es el primer elemento que toman en consideración los turistas a la hora de organizar un viaje y su sensibilidad prima sobre otras variables como la oferta natural y cultural del lugar, la infraestructura, la calidad de los servicios y los precios. Los problemas que afectan la tranquilidad de los visitantes se transforman en pésimas señales que vuelan y llegan a un mercado bastante competitivo, disputado por numerosos destinos confiables y apropiados.

A la par con las millonarias cifras de inversión en promoción turística, que también comprometen al Gobierno Nacional, los esfuerzos podrían volverse estériles si la ciudad no tiene la certeza de convertirse en un destino ineludible. Buena parte de la solución habrá que buscarla en la aplicación de medidas contundentes contra la inseguridad y la impunidad, a cargo de los jueces locales y del comandante de la Policía Metropolitana. Solo a través de una fuerte reducción de los estándares de criminalidad, será posible que las malas percepciones se conviertan en sombras nada más.

 

gsilvarivas@gmail.com

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