Publicidad

Su mejor negocio

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Gonzalo Silva Rivas
20 de julio de 2011 - 11:00 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La semana pasada hice referencia al tema a raíz de una circular de la Superindustria que exige a los establecimientos para el consumo de alimentos y bebidas fijar avisos en sus entradas, cartas y listas de precios —además de notificación verbal al cliente— sobre la voluntariedad de la propina.

Recibí diversos correos electrónicos de lectores, la mayoría de ellos severos críticos del pago de este reconocimiento, que lo perciben como parte de un negocio de los empresarios para sustituir o mejorar los bajos salarios a sus trabajadores e incluso para convertirlo en flujo de caja menor.

Algunos la consideran un impuesto abusivo que se suma al IVA; otros, una obligación por lo vergonzoso que resulta sacarle el cuerpo, y no están ausentes las denuncias de quienes han sido víctimas de comportamientos casi extorsivos para exigir su pago. Sin embargo, vale reiterar que la propina no es imperativa como lo presumen varios corresponsales, y que además puede rechazarse después de expedida la factura de venta si el cliente no fue advertido de la misma.

La propina no es un compromiso, sino una cortesía entregada a gusto por un servicio prestado, en el que se consideran la atención y la calidad de lo consumido e incluso el ambiente y el entorno locativo. Debe ser parte de una cultura de recompensa al esmero y a la excelencia, pero lo que no puede admitirse es que se la tome como obligación o se la asuma como limosna.

Para nadie es secreto que en el servicio de las bebidas y comidas existen propietarios de establecimientos informales que abusan de sus clientes y empleados pues no sólo demandan sino que se apropian de estos dineros y colocan en la picota pública a reconocidos restaurantes, bares o griles que basan su prestigio en el servicio y la legalidad. Acodrés capacita y sensibiliza a dueños y empleados para hacer de las empresas afiliadas ejemplos de calidad, competitividad y emprendimiento, aunque al final de cuentas todas terminan cargando con el lastre de tanto vivo inescrupuloso que se salta la legalidad. Es a éste a quien se debe denunciar ante la Superintendencia.

El rechazo no es a la propina, sino a los negocios que quieren hacer de ella su mejor negocio.

gsilvarivas@gmail.com
 

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.