América Latina conserva el segundo mayor incremento en el tráfico de pasajeros del mundo después de Oriente Medio. Su crecimiento, superior al 10% el año pasado con respecto a 2011, posiblemente mantendrá un indicador positivo al término de 2013, por encima del 6%.
La evolución del servicio de carga también se perfila en alza y la participación prevé un aumento porcentual cercano al 4.5.
La región, tal como se refleja en el caso colombiano, pasa por momento envidiable en materia de transporte aéreo, y sus beneficios se esparcen entre los diferentes actores del mercado. Los Estados reciben atractivos ingresos; las aerolíneas apuestan a mejores ganancias, y los usuarios disponen de más alternativas y mejores tarifas. Pero el gran reto que enfrenta la industria aerocomercial en esta parte del mundo, y el que define sus futuras posibilidades de éxito o de fracaso, se centra en el desarrollo de la infraestructura y de las grandes obras aeroportuarias.
En la pasada columna se hacía referencia al atraso que acusa la infraestructura aeroportuaria y de aeronavegabilidad en el país, generada por un progresivo déficit de gestión, planeación e inversión pública en el sector, pese a los esfuerzos de los últimos años por modernizar el sistema y garantizar su confiabilidad. El problema, sin embargo, está nivelado con el mismo rasero en casi todas las naciones de la región.
De tiempo atrás la IATA viene advirtiendo que la principal piedra para poner tope al crecimiento del tráfico aéreo en Latinoamérica es el limitado desarrollo de su infraestructura aeroportuaria. Cerca del 30% de los vuelos que se realizan por los cielos al sur del río Bravo, opera aeropuertos congestionados. Pero no consecuencia de los altos niveles de tráfico que reciben sino de sus protuberantes falencias en infraestructura.
Igual que Colombia, países como Brasil, Argentina, Chile, México o El Salvador, para citar otros casos, enfrentan dificultades con sus aeropuertos, algunos de ellos con notables retrocesos cuantitativos y cualitativos, que debilitan su competitividad frente al mundo. Mientras que en América Latina solo 17 terminales se encuentran en remodelaciones totales o parciales, en China, al otro extremo del mar, se adelantan obras de construcción y de ampliación en 95 aeropuertos.
La aviación comercial es, sin duda, un buen negocio y su crecimiento inyecta nutridos recursos a los países favorecidos, con un efecto multiplicador en sus economías. Pero resulta insólito que ni siquiera los propios recursos que produce se inviertan en el desarrollo de la infraestructura que requiere y que en cualquier momento se puede convertir en el Talón de Aquiles que frene su productividad.
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