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En el transcurso del año, la industria turística, a nivel mundial, ha registrado un positivo repute, pero al ritmo de este soñado crecimiento, también, vienen bailando los precios de los tiquetes aéreos. Los costos en el transporte, tanto el doméstico, como el internacional, se han multiplicado a cifras considerables, un fenómeno alcista que toca a la mayor parte de las aerolíneas, en numerosas rutas y en todas las regiones, sin que ello frene las necesidades o los deseos de viaje de millones de pasajeros, que por estos días viven el drama del caos y las congestiones que se han tomado los aeropuertos del mundo.
Los dos largos años de encierro que vivió el mundo por la pandemia reprimieron las pretensiones de recorrerlo y, debido a la disminución de las restricciones fronterizas y aeroportuarias, la demanda de turistas ha sido muy alta durante esta semanas, y son los programas de ocio, por encima de las visitas a familiares o los viajes corporativos, los que asumen el liderazgo de las motivaciones, no obstante, la fuerte trepada de los pasajes, que no deja de ser una muralla económica para amplios sectores de la población.
En ciertas rutas, las tarifas se han explayado hasta en un cuarenta por ciento, con respecto a las que se encontraban vigentes antes de la pandemia. La Reserva Federal de Saint Louis reveló que un trayecto medio en los Estados Unidos pasó de doscientos dólares a USD350 y, según informe de Bloomberg, un viaje entre Hong Kong y Londres cuesta, hoy en día, cinco veces más que antes, en los trayectos de Cathay Pacific. En Colombia, un vuelo directo, con regreso, de Bogotá a Miami, vía Avianca, merodea en los once millones de pesos, y el doble trayecto entre la capital y Nueva York, por United Airlines, alcanza la suma de $4 millones y medio. En los vuelos locales se han doblado los precios.
Bien se sabe que, durante la efervescencia de la crisis sanitaria, el turismo entró en una prologada cuarentena y, ante la precariedad del mercado, las empresas de aviación se vieron obligadas a reducir la programación de vuelos y el valor de los tiquetes. La aplicación de la fórmula buscaba apalancar las considerables pérdidas que enrojecían sus balances financieros. Sin embargo, en el último noviembre, tras el levantamiento de medidas de control a pasajeros en la mayoría de países, la torta se volteó. La proyección de un aumento de la demanda de pasajeros sobre la oferta aérea puso fin a las gangas de los meses anteriores y, de la noche a la mañana, los tiquetes se elevaron en cifras superiores a las de 2019.
Las razones que motivan este descomunal crecimiento en los precios de los boletos son variadas y, algunas son responsabilidad de las mismas aerolíneas. Sin embargo, La principal, es la inflación sin precedentes que azota al mundo, resultado de la guerra desatada en Ucrania por la invasión rusa, país este, uno de los mayores productores de crudo y que ha venido cerrando las tuberías para la distribución de combustibles. Hoy en día, el refinado y los impuestos aeroportuarios representan entre el 35 y el cincuenta por ciento de los costos empresariales, muy por encima del 25 por ciento en que bordeaban para 2019.
El horizonte para las aerolíneas resulta más nublado de mantenerse su compromiso de enfrentar las secuelas del cambio climático, para lo cual deberán empezar a apostarle a los carburantes sostenibles, que son entre cuatro y cinco veces más costosos que los hidrocarburos convencionales. Conforme a estimativos de la IATA, el proceso de transición entre unos y otros, proyectado para un período de tres décadas, podría implicar una erogación cercana a los USD160 billones.
Además, del peso que en el valor de los tiquetes representa el combustible, incide el hecho de que muchas compañías, aún, mantienen en tierra parte de sus flotas de aviones, en especial los de mayor envergadura, como es el caso de los superjumbos de Airbus o los 747 de Boeing, consumidores de elevadas cargas de combustible. Varias empresas, especialmente de banderas asiáticas, iniciaron el gravoso cambio de sus aeronaves, priorizando modelos más eficientes, como los A350 y los B787 Dreamliners.
Otro factor perturbador para la recuperación plena de las actividades aéreas e incidente en el precio de los tiquetes porque ha perturbado la regularidad de itinerarios, es la escasez de personal en las aerolíneas, presente en todos los niveles, desde pilotos hasta funcionarios de tierra, debido a que buena parte de los trabajadores fueron desvinculados laboralmente durante las primeras etapas de la pandemia. El problema está lejos de resolverse. Las compañías, ahora, se ven en serios aprietos para reincorporarlos, en ciertos casos, porque estos encontraron opciones diferentes y mejor remuneradas de trabajo. Y preparar nuevo personal es cuestión de tiempo.
Hoy en día, en el mercado mundial soplan mejores vientos para las aerolíneas, pero estas no están preparadas, ni en recursos humanos ni materiales, para atender la demanda. Y para enderezar el camino de su recuperación, los principales protagonistas serán los consumidores, quienes deberán asumir el traslado de los sobrecostos derivados de la pandemia y de la guerra en Ucrania. Y mientras pandemia y guerra no desparezcan, tanto viajeros como tiquetes seguirán por las nubes.
En campo ajeno. Los hechos de corrupción en este gobierno siguen alarmando al país, a excepción del Gobierno y sus órganos de control. Después de la escandalosa pérdida de $70 mil millones en el Ministerio de las TIC, destinados a llevar Internet a niños de zonas rurales, ahora se denuncia que más de $500 mil millones, equivalentes al 12 por ciento de los recursos aprobados para beneficiar a municipios en programas de desarrollo, quedaron en los bolsillos de funcionarios públicos y congresistas, mientras Luis Alberto Rodríguez estuvo al frente de la Dirección Nacional de Planeación. Entre tanto, el mejor fiscal del mundo está dedicado a criminalizar jóvenes vándalos, acosar periodistas incómodos y a ordenar la inspección de medios de comunicación.
