Al cierre de la bitácora de este 2025, año que ya carretea hacia su zona de parada o final de pista, es evidente que el sector turístico, tanto en el mundo como en Colombia, registra un aterrizaje exitoso, luego de un pausado despegue y de una excelente altitud de crucero sostenida durante los últimos doce meses. El sector remata la temporada reafirmando su fuerte proceso de consolidación, gracias al impulso que le dan sus altos índices de crecimiento y su reconocida resiliencia frente a las crisis económicas, políticas y sociales.
Las cifras que se conocen hablan por sí solas. El mundo volvió a viajar con regularidad, liberándose del lastre del estancamiento que provocó la pandemia y de las actuales tensiones geopolíticas y de seguridad territorial, y una vez más la movilidad de viajeros se convierte en uno de los principales termómetros de la economía. Según los reportes de ONU Turismo, el planeta, finalmente, verá desplazarse este año a más de 1.500 millones de turistas internacionales, cifra superior a la de 2024 y con la cual no solo recupera, sino que rebasa, en más de 5 %, los históricos niveles de 2019.
Bajo unas perspectivas moderadas, a comienzos del año, cuando pocos expertos anticipaban un crecimiento desafiante del sector, dadas las tensiones geopolíticas intermitentes, la inflación global, las recurrentes alertas sobre la crisis climática y la amenaza ambiental que acecha a diversos destinos del planeta, el panorama cambió el rostro y superó las previsiones, en parte por la irrupción de un turismo más consciente sobre sus responsabilidades con la naturaleza, pero, también, por la disposición de algunas autoridades para reinventar y planificar propuestas turísticas sostenibles.
La industria de los viajes y el turismo supera las expectativas trazadas en las cartas de navegación, y avanza en liderazgo para la reconfiguración del mapa económico mundial, con una contundencia que pocos sectores, hoy en día, están en capacidad de demostrar.
En cuanto a Colombia, el país marchó al ritmo de la tendencia global, avanzando positivamente en los indicadores. Al término del año se proyecta superar los 21,7 millones de movimientos migratorios y los 7,5 millones de visitantes no residentes, lo que equivaldría a mejorar en un 6 % y un 10 %, respectivamente, los resultados obtenidos en 2024. Guarismos que, aunque moderados frente a las potencias turísticas, marcan un hito en el camino hacia la ambiciosa, pero necesaria, meta trazada, en el mediano plazo, de alcanzar los 12 millones de turistas.
Según proyecciones del Banco de la República, la inyección de divisas por turismo que recibiría el país puede rondar en los US$13.000 millones, escenario que consolida al sector como el segundo generador, por encima del café y el carbón, y ratifica su opción de disputarle con argumentos de peso el protagonismo a los hidrocarburos. Los positivos resultados le permitirían al turismo sumar con un robusto 5,2 % su participación en el PIB nacional, evidenciando su figuración como la nueva locomotora -o mejor, la nueva aeronave- del desarrollo nacional.
Cifras, igualmente, alentadoras, ofrece el dinámico componente aeronáutico. La Aerocivil reporta un movimiento cercano a los 57 millones de pasajeros -entre domésticos e internacionales-, un salto cuantitativo respecto a los 52 millones del año anterior. El sector hotelero, que venía recuperando su dinamismo tras un 2024 irregular, cerrará con ocupaciones promedio del 62 %, impulsado por nuevos desarrollos en ciudades intermedias. Entre tanto, la gastronomía, reconocida como parte de la identidad cultural del país, se viene transformando en un atractivo adicional para el turismo y empieza a convertirse en un componente estructural de los viajes a Colombia.
En resumen, el turismo en el país apuntala un ciclo de crecimiento que ya no parece una racha, sino una tendencia en alza, con un turismo interno que se fortalece frente a un estimado de 32 millones de viajes nacionales durante el año, motivado por la presencia de nuevas rutas aéreas regionales, el abaratamiento temporal de algunas tarifas y el fortalecimiento de destinos emergentes en los Llanos, el Pacífico y el sur del país.
Factores estratégicos, como la narrativa de “El país de la Belleza”, promoción que viene calando en importantes mercados emisores, las inversiones en infraestructura aeroportuaria y en programas de turismo comunitario, que están beneficiando a poblaciones históricamente marginadas, le han permitido al turismo colombiano alzar el vuelo. El sector se erige como una útil herramienta de reconciliación y desarrollo, al abrir oportunidades de acceso a la economía formal, generar empleo y divisas y, de contera, proyectar al país como un destino competitivo en el portafolio global.
El balance de 2025 deja una conclusión clara: el turismo y la aviación confirmaron que viajar sigue siendo el eje de la economía mundial. Y Colombia, con un turismo en despegue vertical, se posiciona en el exterior, presentándose como un destino atractivo y diverso, capaz de cautivar mercados y de ofrecer experiencias auténticas. En esta ruta sin escalas, el turismo se abrocha el cinturón, activa el vuelo y divisa un paisaje alentador. El sector se comporta, literalmente, con altura.
En el sector: La iniciativa del Gobierno de endurecer las normas para el alojamiento turístico parte de una necesidad real: reducir la informalidad y garantizar estándares de calidad y seguridad en un sector que crece de manera acelerada, gracias a las plataformas digitales. Los gremios celebran la iniciativa como un acto de justicia, después de ver por años cómo estas empresas han abierto un mercado paralelo, con reglas más laxas. Ahora, el Gobierno, pretende nivelar el terreno.
Sin embargo, la otra cara de la moneda revela un dilema social frente a millares de pequeños propietarios que encontraron en las rentas cortas una fuente legítima de ingresos. Sienten que la medida los expulsa del juego y que su aplicación, más que un camino hacia la formalización, se percibe como un muro de burocracia que amenaza con cerrar puertas y apagar empleos
La regulación debe ser proporcional y flexible. Formalizar no significa restringir, sino reconocer la diversidad de actores que sostienen el turismo en Colombia. El reto del decreto no debe estar en blindar a los grandes hoteles, sino en diseñar un marco que facilite la convivencia entre modelos distintos de alojamiento y fomente un turismo inclusivo, competitivo y sostenible.
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