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Es común que en el viajero corriente ronde la sensación de que las ciudades que las consultoras internacionales especializadas certifican como costosas son una opción poco apropiada para hacer turismo, en razón a la percepción negativa que de ellas se concibe.
Empresas como la revista británica The Economist, o las norteamericanas Hotels.com y Mercer realizan periódicamente análisis sobre los principales centros urbanos del mundo para asesorar a sus clientes sobre el ranking de los mejores y peores vivideros, en especial para considerar la situación salarial de los funcionarios expatriados, quienes por largos períodos están expuestos a las numerosas variables que inciden en el costo de vida de sus lugares de residencia.
Pero la carestía que tanto agobia a los habitantes de una ciudad por fluctuaciones económicas o políticas no necesariamente repercute en el bolsillo de los visitantes ocasionales, exentos, por la brevedad de sus estancias, de la presión de ciertos indicadores que tanto pesan en materia de precios, como es el caso del alquiler o compra de vivienda o bienes importados, educación o impuestos.
En su reciente listado, Mercer ratificó a Tokio como la ciudad más cara del planeta, título que desde hace años comparte con Moscú y Luanda. Lo cierto, sin embargo, es que la capital japonesa poco encaja dentro de ese rótulo de destino inalcanzable o prohibido para un turista medio. Para los occidentales que viajan hacia la desbordante metrópoli del Extremo Oriente la mayor carga presupuestal está en el boleto aéreo. Ya allí, salvo su moderno, eficiente y puntual servicio de transporte -no tan barato-, las posibilidades de disfrutarla a precios relativamente cómodos son múltiples, si es esta la alternativa escogida. Hotelería, gastronomía, vestuario, comercio y acceso a ciertos atractivos pueden resultar más módicos incluso que en países europeos como España o Francia.
Igual resulta con las brasileras Sao Paulo y Río, las más costosas de Latinoamérica, situadas en los puestos 12 y 13 del ranking mundial. Ofrecen hoteles recomendables que van de US$20 a US$1.000, y almuerzos corrientes desde US$5. Precios que poco difieren de destinos nacionales como Bogotá, la quinta ciudad más cara de la región y la 53 del mundo, según Mercer.
No es igual vivir en una ciudad que visitarla y por más onerosa que sea siempre existe la opción de turismo a la carta. Un viaje puede ser tan costoso o económico como lo desee el paseante y lo permita el bolsillo.
gsilvarivas@gmail.com
