Los estragos que el letal soplo del Coronavirus dejará a su paso en todos los sectores de la economía son incalculables pero, seguramente, será el turismo -una de las grandes fuerzas que mueve al mundo- el más afectado por sus particulares características socio-económicas, y será el que más cambios registrará porque la pandemia marca una ruptura histórica que ha puesto en aprietos a la globalización de la industria.
El turismo ha logrado adquirir una expansión inusitada y a través de los viajes conecta y relaciona físicamente a la humanidad en cada rincón del planeta. Su crecimiento es vertiginoso desde los albores de la pasada década de los cincuenta con indicadores económicos y sociales que retratan sus bondades. Hoy en día representa el 10.4 por ciento del PIB mundial, genera uno de cada diez empleos y, en su carrera ascendente, el año pasado movilizó 1.500 millones de personas según informa la Organización Mundial del Turismo (OMT).
La pandemia le está dando un golpe certero al reducir de tajo la oferta y la demanda, dejándole un horizonte sembrado de incertidumbres e interrogantes. Sus consecuencias devastadoras se seguirán acumulando en la medida en que se extienda la propagación, generarán un coletazo que puede extenderse más allá de lo sospechado con un daño potencialmente duradero. Las estimaciones de los costos y pérdidas, día a día, son ajustadas y cada vez más inquietantes.
Ahora, la pregunta más recurrente que circula dentro del sector turístico en el mundo es cuándo se volverá a viajar después del Coronavirus. En países europeos, los turistas guardan el optimismo de empacar maletas para el segundo semestre de este año cuando posiblemente arrancarán los viajes cortos, con volúmenes reducidos de pasajeros. Su dinamización se hará con un retorno lento y, en un principio, centrado en el nivel doméstico. El flujo de viajeros internacionales crecerá al ritmo del despegue del transporte aéreo y, seguramente, el reinicio pleno de la actividad se dará tan solo hacia finales de 2021.
Sin embargo, mejorada la salud pública global, la industria turística afrontará cambios visibles por aquello de que volver a viajar ya no será lo mismo. Algunos países mantendrán medidas y protocolos sanitarios estrictos, requerirán certificados de salud, persistirán en conservar de manera temporal la cuarentena e, incluso, pondrán restricciones en la concesión de visas.
Los turistas por su parte serán más cautelosos para viajar y necesitarán ser persuadidos sobre la seguridad de los destinos. La confianza será fundamental en el nuevo escenario. Sus conductas de consumo tampoco serán las mismas. En aras de restringir el contacto interpersonal reducirán su presencia en restaurantes y desaparecerán los desfiles alrededor de los bufés.
El poscoronavirus priorizará las experiencias turísticas que tengan que ver con la naturaleza y la ruralidad sobre las actividades masivas. Los viajeros sentirán más tranquilidad en los espacios abiertos, al aire libre y con un adecuado distanciamiento social que en las grandes urbes y las ciudades costeras. El turismo de eventos, uno de los más representativos de la oferta moderna, caracterizado por su alta afluencia, tendrá un camino largo para retornar a sus volúmenes de asistencia.
La modalidad de los viajes en paquete dará juego al individual, estará conformado por pequeños grupos dispuestos a minimizar el contacto con otros turistas, y un segmento que saldrá temporalmente del mercado en ciertas regiones (al menos mientras aparece la bendita vacuna) será el de los adultos mayores, atormentado por el riesgo latente de la pandemia. Las agencias de viaje, por su parte, tendrán que proveerse de la tecnología, reinventarse para renovar la confianza y traer el mercado de regreso a sus niveles anteriores.
Los hoteles posiblemente se volverán más asépticos y austeros en el decorado en procura de mantener entornos seguros y limpios, y estarán obligados a extremar condiciones que garanticen la sensación de salubridad mientras que en aeropuertos, empresas aéreas y de cruceros se aplicarán protocolos de ingreso, de embarque rigurosos y test para la detección de enfermedades. Aviones y barcos podrían ser rediseñados para reducir la capacidad de ocupación, imponiendo barreras de blindaje social entre los pasajeros.
Dentro de ese incierto escenario que le espera al turismo, después de que se sacuda de la mayor amenaza que haya enfrentado jamás por su supervivencia (y en el que muchas empresas que forman parte de la oferta caerán tendidas en el campo de batalla), no volverá a ser el que era en los años más recientes.
La industria, en el corto plazo, romperá moldes tradicionales y afrontará cambios sustanciales que deberá aprender a utilizar para acelerar su despegue. El turismo de masas quedará en cuarentena y se abrirá paso a una novedosa propuesta experimental y terapéutica, necesaria en un mundo sacudido por el temor, en el que la globalización -reducida por un tiempo a lo local- se desarrollará silenciosa y cauta, como si tuviera tapabocas.
Posdata. El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) aumentó de 75 a 100 millones el número de empleos que están en riesgo de desaparecer a nivel global, debido a los efectos negativos de la pandemia por Covid-19. La cifra tiene como fundamento que en las últimas cuatro semanas, ha aumentado en más de 30% el desempleo en las empresas dedicadas a esta actividad.