Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Airbnb, la plataforma de software que ofrece alojamientos a turistas y particulares, tomó apenas una década para revolucionar la industria inmobiliaria mundial y convertirse en un disruptivo del sector hotelero. En un espacio de tiempo tan corto dejó de ser una pequeña y desconocida web y se transformó en un gigante de la economía colaborativa, gracias a una exitosa estrategia comercial.
La aplicación se impuso y consolidó como un excelente negocio, atractivo para más de 300 millones de huéspedes que han compartido su idea de alojarse en casas extrañas. Su modelo de servicio, acusado de ilegal e inseguro, tiene con los pelos de punta a la hotelería, que ve zozobrar parte de su tajada en el mercado de huéspedes, y se ha visto obligada a aliarse en un frente común que busca, si no rechazar la legalización de la plataforma, exigir para ella una reglamentación acorde con la que se le aplica a los establecimientos formales.
En su cruzada contra este fenómeno de características especulativas, los directivos de las principales asociaciones hoteleras –incluyendo la colombiana– se reunieron la semana pasada en Nueva York, en el marco del foro ReformBnB, para analizar el fuerte impacto que causa en la industria hotelera, y reclamar ante los entes gubernamentales la aplicación de reglas que resuelvan el problema de competencia inequitativa, hasta ahora difícil de ajustar a las normativas de consumidores en la gran mayoría de los 200 países a donde llega.
Paradójicamente, por los mismos días de la cumbre, en Israel, uno de los países partícipes en el evento, el ministro de Cuestiones Estratégicas invocó a la comunidad internacional a dejar de cooperar con Airbnb, pero por razones distintas a las que esgrimen los hoteleros. La petición tuvo origen en la decisión de la empresa de eliminar la publicación de anuncios de alquiler de viviendas ofrecidas en los asentamientos israelíes en Cisjordania, el corazón del conflicto israelí-palestino.
Airbnb adujo como un principio de responsabilidad no sacar provecho de lugares donde existe población desplazada, argumento que fue calificado de racista por el gobierno israelí, que invitó a los dueños de pisos que se consideren afectados a interponer demandas penales. Una encuesta del Ayuntamiento de Tel Aviv reveló el año pasado que este centro urbano ostenta el récord mundial de alquileres por medio de la plataforma: un 51% de los turistas se hospedó por Airbnb y solo un 30% lo hizo en hoteles.
El enfrentamiento entre hotelería y plataforma ha tenido diversos campos de batalla y ha llegado hasta las cumbres judiciales en muchos tribunales. Los debates se centran en las consecuencias que el ejercicio de esta actividad conlleva para gobiernos, comunidades y hoteleros. Se esgrime desde el no pago de impuestos, la pérdida en la capacidad de generar empleo y el creciente desvío y encarecimiento de la oferta de vivienda, hasta la competencia ilegal y los problemas de reputación y seguridad.
La seguridad es un motivo permanente de preocupación por las constantes denuncias sobre actos delictivos que salpican a huéspedes y anfitriones y que llegan a producir afectación a vecindarios, pero un inquietante fenómeno social que se extiende por diversas ciudades es la elevada conversión de vivienda de alquiler para ponerla al servicio turístico, situación que ha exacerbado la tendencia al alza en los precios inmobiliarios con perjuicio para las comunidades locales.
En la cumbre de Nueva York los hoteleros aprobaron ocho postulados que exigen hacer cumplir a la aplicación virtual para establecer un tratamiento justo y competitivo. Entre ellos se plantea que las viviendas promocionadas a través de la plataforma tengan el consentimiento de propietarios y vecinos, que huéspedes y comunidades cuenten con protección garantizada y que el servicio prestado se limite a 60 días en el año.
El pago de impuestos semejante al que se aplica a los hoteleros, tanto para plataforma como para arrendatarios, y la creación de planes de acción que fortalezcan las regulaciones para monitorear la observancia de las normas y su sanción en caso de no acatarlas son medidas adicionales que se intenta integrar a una legislación global para enfrentar la dura y jugosa competencia de la empresa estadounidense, creada en noviembre, diez años atrás, en San Francisco.
La vivencia personal de tres jóvenes asistentes a la convención demócrata que eligió a Barack Obama y que carentes de dinero para cancelar la renta de un apartamento decidieron comprar colchones inflables para alquilar espacios a los visitantes se convirtió en un debatido y funcional modelo de alojamiento económico, pero también en una pesadilla para la industria hotelera que espera que en abril próximo una nueva cumbre les permita encontrar la fórmula para despertar de este mal sueño. Faltará ver si no aparecen otros arriesgados emprendedores que les ofrezcan familiares y económicas suites, a través de Airbnb.
