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En estos tiempos complejos, en los que el calentamiento global avanza con paso terriblemente destructor sobre el planeta como lo indica la creciente irrupción de hambrunas, huracanes y sequías, y en los que el turismo se ve envuelto en un círculo vicioso como víctima y victimario del cambio climático, el interés de los viajeros globales hacia las alternativas de turismo sostenible toma cada vez más fuerza en el escenario de la llamada industria sin chimeneas.
Una de estas alternativas, medio emparentada con el turismo de naturaleza y el científico, es el astroturismo o turismo astronómico, una tipología con potencial de mercado, que se encuentra en auge por su particular oferta de belleza visual y su consecuente impacto emocional y espiritual para el viajero. Esta propuesta, que año tras año aumenta sus seguidores por el mundo, es una apuesta sustentable, apalancada por la ciencia, que tiene como referente principal, nada menos, que la profundidad del cielo, un recurso natural no contaminante y, además, gratuito.
El astroturismo comprende la observación del sol, las galaxias, los planetas, las estrellas o cualquier cuerpo o fenómeno celeste, bien sea a simple vista o a través de telescopios, con guías profesionales o sin ellos, soportada en una infraestructura terrestre, representada en observatorios, planetarios o museos relacionados con los misterios del universo, dispuestos a aportarles a los aficionados espacios de conocimiento científico sobre actividades astronómicas, culturales y medioambientales.
Dicha modalidad se circunscribe a entornos geográficos específicamente adaptados a su propuesta de mercado, avalados por la Unesco, la Organización Mundial de Turismo y la Unión Astronómica Internacional. Son lugares estratégicos que permiten la observación del firmamento desde cielo abierto, con características especiales, entre las que se cuentan poca densidad poblacional, bajos niveles de polución, escasas lluvias, mínima contaminación lumínica, accesibilidad adecuada y facilidades en la prestación del servicio turístico.
El portafolio internacional incluye una variada lista de lugares privilegiados, en los que están dadas las condiciones ideales para disfrutar de envidiables vistas sobre eventos astronómicos, como lluvias de estrellas, movimientos de cometas o eclipses lunares y solares. Chile y Estados Unidos encabezan el ranking con una oferta turística de gran nivel y modernos observatorios astronómicos. El desierto de Atacama, en el primero, es un destino perfecto de clima seco, y el volcán inactivo de Mauna Kea, en Hawái, dispone de trece telescopios especializados para observar los cielos en los hemisferios norte y sur. En Europa, las españolas Islas Canarias; la Península de Iveragh, en Irlanda, y la región portuguesa de Algarve, gracias a sus prestigiosos centros de observación, se han transformado en concurridos refugios para expertos y turistas interesados en temas de astronomía.
En Colombia, la cultura astronómica no es tan arraigada, pese a tenerse antecedentes desde la primera década de 1800 cuando se creó el Observatorio Astronómico Nacional. Sin embargo, esta propuesta turística comienza a asomar, impulsada por una mayor presencia de aficionados locales, que, pese a su aumento, sigue teniendo un carácter privilegiado. El Planetario y Maloka, en Bogotá; el Parque Explora, en Medellín y el Planetario de Barranquilla, al igual que ciertas instituciones académicas, organizan programas y realizan jornadas periódicas de estudio y observación para acercar al ciudadano corriente a ese realismo mágico que envuelve cielo y estrellas.
En la promoción internacional del país se acreditan destinos como Villa de Leyva, en Boyacá; el Cabo de la Vela, en la Guajira, y el desierto de la Tatacoa, en Huila, cuyas condiciones paisajísticas y cielos despejados los acreditan como alternativas perfectas para la observación astronómica, actividad complementada con las facilidades de hospedaje y los diferenciados atractivos que registran en su dosier turístico.
Villa de Leyva, destino que hace parte de los Pueblos Patrimonio del país y es apetecido por los turistas nacionales y extranjeros, dada su accesibilidad y conservada belleza arquitectónica, es sede, además, de un tradicional festival astronómico, organizado por la Asociación de Astronomía de Colombia, ASASAC, que este año cumple sus Bodas de Plata. En la versión que arranca el próximo fin de semana, los turistas podrán disfrutar de un suculento banquete celeste, con observación guiada del firmamento, conversatorios, talleres y una exclusiva muestra fotográfica colombo-francesa, en homenaje al país invitado, que tendrá como representante a Rémi Leblanc, reconocido fotógrafo premiado en los Photo Nightscape Award. El evento tiene acreditación internacional y es un menú imperdible para los aficionados del mundo entero.
El astroturismo es una opción sostenible que el sector turístico guarda bajo la manga para mitigar el calentamiento global, esa letal amenaza que recae, primordialmente, sobre zonas costeras, pequeñas islas y lugares montañosos, en los que la importante derrama económica que genera la actividad alimenta sus presupuestos. Si la industria sin chimeneas, que aporta buena cuota del dióxido de carbono, no contribuye a promover alternativas para reducir el cambio climático, en próximos tiempos, muy seguramente, terminará por estrellarse y quedará viendo estrellas.
En campo ajeno. El presidente Duque, quien algo sobradito dijo a la BBC que si pudiera presentarse a una reelección sería reelecto, recibió el domingo un significativo voto de castigo, al ser derrotado, por amplia mayoría electoral, el candidato de su preferencia. La vuelta definitiva decidirá entre un candidato que no conoce el país y otro que dice conocerlo mucho.
