La crisis económica y financiera que desde 2008 afecta a la Unión Europea puso en evidencia su vulnerabilidad, con implicaciones profundas reflejadas en drásticos recortes presupuestales, baja demanda y escalamiento del desempleo.
Dentro de las múltiples discusiones dadas en sus diferentes órganos de deliberación, entre ellos el Consejo de Ministros, un factor fundamental de la estrategia que se plantea para salir de la crisis es el crecimiento y la competitividad de la industria turística, seriamente afectada por el trauma que afecta al conjunto de la economía.
El turismo –incluyendo aquellos sectores asociados de alguna forma a la actividad– representa cerca del 10% del PIB comunitario, contribuye con el 12% en la generación de empleo y se consolida como la tercera actividad económica detrás del comercio y la construcción. Sin embargo, enfrenta el desafío de una competencia mundial cada vez más abierta y agresiva, y requiere con urgencia un nuevo impulso.
El año pasado la Comisión Europea, en aras de reactivar el crecimiento económico, planteó la necesidad de apostarle a la revitalización de los flujos turísticos con el propósito de facilitar el arribo de turistas de terceros países, a través de políticas de revisión y simplificación en la concesión de visados. Los visitantes ajenos a la Unión gastaron ese año en el territorio comunitario bastante más de los 330 mil millones de euros que dejaron en 2011. Para el fin de la década se proyecta alcanzar una meta de 430 mil millones de euros.
India, China y Rusia recibieron un tratamiento preferencial en la normativa de visados y los resultados del último par de años reflejan un incremento sustancial de turistas. La solución se encamina a reducir o a eliminar los obstáculos a los países que presenten grandes potenciales de viajeros con atractivo poder de adquisición.
El anuncio del presidente Santos sobre la solicitud que el gobierno español hará a la UE para que se elimine la visa a los colombianos que visiten el viejo continente, encaja dentro de las posibilidades comunitarias que se abren paso para flexibilizar la política de inmigración establecida en 2001. La misma que colocó cerrojos en los predios latinoamericanos para el acceso de ciudadanos de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
La recesión económica en la UE se convierte en excelente aliada para voltear la torta. El cambio profundo en los últimos años con el retorno de numerosos inmigrantes a sus países de origen y la desbandada de europeos hacia el exterior hace consecuente la reciprocidad y posibilita una apertura de puertas. Algunas naciones discriminadas pasan por buen momento y podrían contribuir a sofocar el fuego que amenaza con consumir la economía de la Unión.
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