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Desde el año 2020, un grupo de dirigentes cuyo pensamiento se ubica en el centro del espectro ideológico colombiano se empezó a dar cita para comenzar a delinear lo que podría ser una coalición que compitiera en el debate electoral del 2022. Se asumía desde entonces que era necesario derrotar al uribismo, que estaba en el poder, pero que para ese propósito resultaba inconveniente el proyecto político que lideraba Gustavo Petro porque podría resultar un salto al vacío. Después de muchos vaivenes surgió, a finales de 2021, la Coalición Centro Esperanza.
La idea de que un amplio sector de la ciudadanía no se sentía identificada en los extremos políticos que representaban el uribismo y el petrismo no fue equivocada. De lo contrario, un candidato mediocre como Rodolfo Hernández no habría pasado a segunda vuelta y no habría estado muy cerca de ganar la presidencia. En efecto, Hernández conquistó a un electorado inconforme con el gobierno uribista de Duque y a otro temeroso de los cambios que proponía Petro. Sin embargo, esa mirada estratégica que siempre acompañó a los lideres de la Coalición Centro Esperanza no tuvo una actitud táctica coherente.
En primer lugar, la pretensión de lograr ser identificados solo como la equidistancia entre el petrismo y el uribismo hizo que la coalición no fuera vista como una propuesta real de cambio frente al gobierno de Duque.
La ausencia de sus dirigentes en las calles durante el estallido social del año 2021 provocó que los jóvenes los observaran como lejanos y ajenos a sus aspiraciones.
Su narrativa de cambio tranquilo y responsable los hizo ver como unos reformistas light, en todo caso distantes de las transformaciones profundas que muchas personas esperaban.
Aunque uno de los sellos característicos de los integrantes de la Coalición fue el de la lucha contra la corrupción por cuenta de la trayectoria de varios de ellos, sus propuestas en esa materia no lograron superar los lugares comunes. Resultó paradójico que Rodolfo Hernández, quien enfrenta un juicio por corrupción, obtuviera un mayor reconocimiento con su sola alusión del manejo responsable y honesto de la chequera de los colombianos.
Antes de la llegada de Luis Gilberto Murillo, la coalición no logró incorporar a sus filas de vanguardia a dirigentes que representaran la diversidad étnica y regional del país. Ese espacio de la diversidad lo copó tempranamente Francia Márquez desde el Pacto Histórico, quien consiguió para esa organización un respaldo sin precedentes en los departamentos del litoral Pacífico.
El Nuevo Liberalismo, una de las organizaciones que integró la Coalición, creyó equivocadamente que el legado histórico de Luis Carlos Galán sería determinante para movilizar a su favor a grandes sectores de la sociedad. Quedó claro que su memoria convoca a quienes hicieron parte del país de su época, pero no a los jóvenes de hoy.
Un país indignado contra el establecimiento colombiano no vio en la Coalición Centro Esperanza una ruptura con aquel, sino su extensión a través de una versión aparentemente alternativa a la política tradicional. Y quedó demostrado que las mayorías querían ruptura.
