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Eldorado centro comercial

Guillermo Fischer
25 de octubre de 2011 - 11:03 p. m.

Pocos se acordarán de cuando el alcalde Garzón manifestó su desacuerdo con el proyecto actual de ampliación del aeropuerto Eldorado y lo calificó con mucho acierto como “una pichurria".

La razón para ese calificativo se debió a que para su dimensionamiento no se tuvieron en cuenta las necesidades y capacidades productivas de la ciudad región: Bogotá y sus poblaciones vecinas. Únicamente se tuvo en consideración la operación necesaria para aeropuerto internacional en Bogotá. Ahora sí, seis años después, pareciera que autoridades y empresarios de la aviación se han dado cuenta del error y ponen el grito en el cielo.

La actual ampliación del aeropuerto fue contratada bajo la modalidad de concesión, adjudicada mediante un concurso de ofertas ganado por Opaín, cuya oferta original era la menos costosa para el Estado. Es importante aclarar que la modalidad contractual de “diseño y construcción”, en la cual el contratista elabora los diseños y los construye, ha resultado ser la más perniciosa para el Estado porque, al ser el contratista el que diseña modifica los diseños, aumenta el valor del contrato.

Así es como Opaín, más de un año después de obtenida la concesión, produjo un rediseño más costoso al proponer la demolición innecesaria del hall principal del edificio existente. Éste tiene valor patrimonial como testimonio de la arquitectura moderna colombiana de los años sesenta y puede ser perfectamente adaptado para la actualidad, como estaba previsto originalmente en el estudio original que la Sociedad de Aeropuertos de París hizo para la licitación. El otrosí de ampliación al contrato terminó siendo aprobado por la Aerocivil, con el presidente Uribe como testigo.

En reciente entrevista de María Jimena Duzán, Fabio Villegas nos alarma sobre la falta de capacidad del aeropuerto en construcción y nos cuenta cómo han tenido que “ampliar” el puente aéreo. Lo que no dice Villegas es que la mayor ampliación está en el área comercial, reduciendo pasillos y salas de espera, para convertirlo en centro comercial, donde se cobran muy altos alquileres. Lo mismo sucede en Eldorado, donde las salas de espera y la inhumana sala de inmigración han apretado al público para dar mayor espacio a lo comercial.

Con este futuro para el nuevo aeropuerto, más preocupado por el comercio que por la operación aeroportuaria, está clarísimo que va a quedar pequeño. Es evidente que es más interesante económicamente para el concesionario hacer área comercial que pública.

Estamos a tiempo todavía para una revisión de esta concesión por parte de los entes de control estatal, antes de que sea muy tarde.

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