Al cumplirse los primeros cien días de gobierno del presidente Gustavo Petro, se puede afirmar que asistimos al inicio de una revolución pacífica. O sería mejor decir, para no asustar con el término, a encauzar el país por el sendero de una democracia moderna, en la que el Estado cumple a cabalidad su función social de redistribuir riqueza, respaldar la producción en el campo, impulsar a la pequeña y mediana industria y orientar esfuerzos para solucionar carencias de amplios sectores de la población, en lugar de actuar para incrementar el patrimonio de los más poderosos.
En el plano internacional se ha fijado una política exterior independiente para que Colombia recupere el lugar perdido en el concierto de países, mientras se ha hecho énfasis en la urgencia de proteger la selva amazónica y enfrentar la crisis ambiental del planeta con medidas globales, ante la perspectiva de la posible extinción de la especie humana a corto o mediano plazo. También se ha puesto ese énfasis en hablar claro sobre el fracaso de la guerra contra las drogas y la necesidad de priorizar políticas de prevención, tratamiento y despenalización.
Durante estos tres meses largos el gobierno y su coalición han alcanzado hitos importantes. Lograro nmayorías en el Congreso para dar trámite a la aprobación de una reforma tributaria progresiva, que pone el centro en el justo principio de que quienes posean más riqueza sean quienes paguen más impuestos, con el fin de financiar programas sociales, al tiempo que establece que grandes compañías que explotan los recursos naturales del país paguen impuestos de acuerdo con sus ganancias. Se firmó la Ley de la Paz Total, que permite al gobierno adelantar negociaciones con grupos insurgentes y planificar el acogimiento a la justicia de organizaciones delincuenciales. En el marco de una ambiciosa reforma agraria se hicieron las primeras entregas de títulos de tierras a familias campesinas y, en complemento con lo anterior, el ejecutivo dio el sorprendente paso de firmar un acuerdo con Fedegan, la organización de ganaderos -asociada algunas veces con el paramilitarismo-, para comprarles tres millones de hectáreas a sus miembros, lo cual tranquilizó los ánimos y de paso sirve para prevenir posibles brotes de violencia.
Un aspecto fundamental del nuevo gobierno es la lucha frontal contra la corrupción, que se ejemplifica en el saneamiento de la Sociedad de Activos Especiales (SAE), encargada de los bienes incautados al narcotráfico, que era manejada como un botín de pillaje en beneficio de unos pocos. Al parecer, el mismo modus operandi delincuencial se replicaba en otras entidades.
Estas iniciativas, y varias otras, como la de conducir a las Fuerzas Militares por el camino de centrar sus energías en la cercanía y protección de todos los colombianos, y no solo de los más pudientes, se han empezado a plasmar gracias a tener propósitos claros y a nombrar un gabinete ministerial integrado en su mayoría por expertos, personas preparadas y de trayectoria intachable.
Los planes de gobierno los ha venido desmenuzando el presidente en sus intervenciones frente a distintas audiencias, y en los Diálogos sociales vinculantes. Mediante estos discursos refuerza el entusiasmo por las transformaciones, ratifica su liderazgo, mantiene contactos directo con pobladores de las diversas regiones del país, que por fin sienten que hay un presidente que los interpreta, y llama a los sectores populares a que se organicen. El senador Iván Cepeda hizo una síntesis de este periodo: «90 días y 90 cambios que ha comenzado el gobierno del presidente Gustavo Petro». (https://www.ivancepedacastro.com/90-dias-y-90-cambios-que-ha-comenzado-el-gobierno-del-presidente-gustavo-petro/)
Pero, como dice el refrán «No hay cielo sin nubes, ni paraíso sin serpientes». En estos meses se han presentado dificultades, unas por causas internas y otras externas. Las internas provienen de que, al parecer, miembros del alto gobierno aún no son conscientes de que ya no están en campaña, que están en el poder y que enturbia el ambiente las declaraciones exageradas, impulsivas, contradictorias, que además crean desconcierto en el país, en los mercados y le dan municiones a esa parte de la oposición que se nutre de la distorsión, las noticias falsas, la mentira y los rumores.
Precisamente un tema en el que se ha enfatizado es en la necesidad de fortalecer las comunicaciones; tanto entre los miembros del gobierno como con los públicos. No basta tener la razón, hay que saber comunicar; es indispensable diseñar estrategias para que los habitantes del país sepan lo que se está haciendo. Y salir al paso en forma oportuna a quienes se dedican a tergiversar los hechos, como ha ocurrido con las especulaciones sobre el precio del dólar y el pánico económico que algunos se han propuesto esparcir para culpar al gobierno, sin considerar la crisis económica global y sin importarles las consecuencias para el país. Así mismo, varios de los grandes medios, sin tener en cuenta la diferencia entre información y opinión, publican notas tendenciosas o interesadas en contra del gobierno, día a día, gota a gota, para hacerle daño y entorpecer sus acciones. En paralelo, las redes sociales se ven inundadas de noticias falsas, resultado de un proceder similar al que adelantaron en la campaña contra el Plebiscito, cuando la extrema derecha realizó una guerra sucia de desinformación, que incluso luego fue reconocida con orgullo por el gerente de campaña. Ante estos hechos, cabe reafirmar que dicha desinformación no confrontada causa grietas en la credibilidad. También he sentido que la llegada al gobierno de una propuesta de centro izquierda dejó descolocados a muchos, entre ellos a periodistas que aún no interiorizan que es válido ejercer apoyo crítico a una administración que busca transformar el país en beneficio de los más necesitados, buscando de paso convertirnos en productores autosuficientes de los alimentos básicos. Tampoco ha faltado en segmentos clasistas de la población el racismo, por el arribo al poder de integrantes de un nuevo sector social.
El camino no es fácil, hay grupos de presión que aún no quieren aceptar las reformas, pero si se obra con inteligencia y cautela, están dadas las condiciones para poner en marcha los programas. Es el momento de evitar las salidas en falso. Claro, es primera vez que la izquierda llega al poder nacional; se han cometido errores que han costado, pero la situación va mejorando. En relación con las declaraciones sobre el tránsito a las energías limpias se han introducido correctivos. Un equívoco documento del Ministerio de Justicia, que tocaba la libertad de prensa, por fortuna ya fue retirado. En el difícil tema de las reformas a la salud no se puede ignorar que todo cambio requiere un proceso de transición, y que se generan reacciones en contra cuando se hacen pronunciamientos taxativos que producen miedo en un área tan sensible. De resto, el horizonte se empieza a despejar. Todo indica que es el tiempo de centrarse en desarrollar las ambiciosas metas.
Nota 1: presidente Petro, usted sabe muy bien que Twitter es un gran recurso de comunicación masiva y directa con la ciudadanía, pero hay que moderar su uso (lo tenemos que hacer todos, pero en especial usted como presidente) para evitar equívocos y más bien delegar en el vocero del gobierno muchas aclaraciones y pronunciamientos. Buen viento y buena mar. Si a usted y a su gobierno les va bien, al país y a sus habitantes nos irá muy bien.
Nota 2: Hay figuras destacadas que han hecho aportes importantes a este gobierno; hoy quiero destacar a una de ellas, que podría servir de ejemplo a muchos: el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, una persona que podría vivir tranquila en cualquier parte del mundo rodeada de privilegios, prefiere dedicar ahora todos sus esfuerzos a sacar adelante un proyecto social y político encaminado a beneficiar a los sectores menos privilegiados del país. Adelante