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Ey, quedarse pensando si decirlo. Si de nuevo decir lo que tantos han dicho y siguen y seguirán diciendo. O intentarlo de una manera distinta. Pero esa tampoco aparece. Quizá no exista. No hay.
De nuevo en Cartagena en el Hay Festival. Encuentro de literatos, pensadores, artistas de la palabra y la obra. Algunos, en especial los de afuera, dicen hey, simplemente ey.
Ey, Cartagena, tú, ciudad evocadora y provocadora que inspiraste poesías de Luis Carlos López y Raúl Gómez Jattin, prosas vívidas como las de Gabo y Germán Espinosa, crónicas de una cotidianidad calurosa como las de Juan Gossaín, melodías románticas como compusiera Alfonso de la Espriella o rebeldes como las de Joe Arroyo…
Ey, Cartagena, que en cada calle, esquina, templo, claustro y cuadra transpiras belleza y ensueño, e inspiras llevarte luego en imágenes, eufonías, sensaciones o sabores.
Ey, Cartagena, de nuevo atrajiste a tantos estos días finales de enero con sus letras hechas melodía, prosa, rebeldía.
Ey, sí. De nuevo volver a verte tras tres años de ausencia. De nuevo encontrarte tan la misma.
Volver a encontrarte también en dos o tres diagnósticos que siguen diciendo que cuatro de cada nueve habitantes no tienen lo mínimo para subsistir (vivir con menos de $376.000 mensuales) y que entre ellos más de 60.000 de tus habitantes ni a eso llegan y siguen en pobreza extrema.
Ey, Cartagena, tú que te vistes tan bonita para ir a las fiestas, ¿cómo es que aguantas tanta hambre?, ¡no joda!
Ey, Cartagena, caminarte ya no entre “cocheros chambaculeros” —aunque aún los hay— y saber que más o menos 70.000 de tus hijos, propios o adoptados, van en ruidosas motos pitando aquí y allá, chirriando cual chicharras después de la lluvia, a ver si de pronto se ajustan para conseguir un pasajero y luego llevar a casa un pedazo de ñame o yuca. Ey, Cartagena, tú que inspiraste músicas tan bellas, ¿cómo permites este desorden en tus calles y esa cacofonía para los oídos? Haz algo en serio por esa gente, por ti misma.
Ey, Cartagena, de nuevo volver a verte, imaginar que tu actual señor te tenía más galana y no, encontrarte tan parecida a la de siempre. Soñar que alguna vez el puente Heredia ya no va a dividirte: esa ciudad que eres dos, tres y hasta más en ti misma. Pensar que alguna vez El Pozón, Arroz Barato y Nelson Mandela estén unidos a Manga y Bocagrande… Pero no. Ese puente no une aún, divide. Sigues partida, distinta y distante de ti misma.
¿Nunca te miras en el espejo o esquivas la mirada?
Pensarte, vivirte, creer en estos tres años con un señor que se proclamó distinto, al parecer fue tan lo mismo. O por lo menos eso dicen. La gente ya dice —sigue diciendo— que todos tus amos son iguales y que ajá. Que en octubre, en las elecciones locales, “es mejor malo conocido”.
Qué lindo volver a tu Hay. Aunque este Hay involucre a algunos de los tuyos, a muy pocos, habrá que darles la razón a los locales que dicen que está de espaldas, que no te piensa, que no te reflexiona, pero no es de ellos la responsabilidad. Ellos vienen, te caminan, hablan de otras realidades o ficciones, hacen negocios, contactos o no hacen nada, pero vienen a que los vean… ellos en lo de ellos; es a ti a quien le toca pensarte, buscarte soluciones.
Ey, Cartagena, pellízcate.
Ey, disculpa esta nueva o eterna cantinela, pero es que tantos te queremos tanto. Duele ver que los años solo enmohecen tus murallas, puertas y techumbres. Pero parece que los tiempos no te enseñan mucho. Sigues en ese vaivén eterno… como en tus grises playas.
