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¡A Francia le debemos tanto!
Se dice o se piensa en Francia y entonces a la mente llega la idea de los derechos humanos, de la Constitución, de unas monarquías que ya no… se piensa en la Revolución —con mayúscula— y en Mayo del 68…
Se pronuncia esta palabra y sigue acaso en los modales y en cierta cortesía. La mente se alegra con muchos quesos y vinos. Se activan los sentidos evocando sus perfumes y su champaña (no he tomado mucha, aclaro).
Y, cómo no, se piensa en su Tour, en Bernard Hinault, eterno rival de Lucho Herrera en las escaladas, o revés, realmente. En Platini y en su Mundial del 98 con Zizou, Henry y compañía. Se sueña con sus museos, ese Louvre que está en los pendientes por conocer. Se reconoce esa Francia que se cuela en las páginas de Madame Bovary, en Bola de Sebo, en Los miserables, El extranjero y en Las partículas elementales (texto por leer). ¡A Francia le debemos tanto!
Pero en Colombia, hace un lustro más o menos, la palabra “Francia” tiene porte de mujer. Otra “negra grande” en el sentido de la palabra, una que se hizo notar desde que se ganara, en 2018, el Premio Medioambiental Goldman, una suerte de Nobel, con el cual se honra a personas destacadas en la defensa del medio ambiente, que valoró una lucha iniciada a finales de la primera década de este siglo, recién ingresó a estudiar Derecho.
Desde entonces, con su luenga figura, esta negra hecha en el caótico y diverso Cauca y formada en la muy pluricultural Cali ha venido a proponer que esas agendas nacionales, reservadas casi siempre para la paz, el conflicto armado, la economía, la inflación, el empleo o el progreso, sean cambiadas por una alterna, de respeto al medio ambiente y a los derechos humanos, en su sentido pleno. Claro, son los mismos aquellos temas de la agenda nacional, esos a veces reservados para ciertas élites económicas o intelectuales que se creen dueñas del discurso, solo que ella los transversaliza con los suyos. Mejor dicho, ella cree, por ejemplo, que para hablar de progreso, de explotación minera, primero hay que pensar en respetar ciertas zonas reservadas y desde ahí tomar camino. Sus propuestas de paz, de derechos humanos, son pues las mismas, solo que ella mira los temas desde sus ojos de mujer, de negra, de marginal, pues los ha transpirado, los ha sentido, los ha padecido. Entonces cobran especial significación, pues vienen de los labios, el cerebro y la piel de una mujer negra. Pero ella no se victimiza; al contrario, asume esto como reflexión y reto en su corta pero fructífera vida pública.
Francia tiene los ojos de tantos encima. Por su capacidad, su inteligencia, su valentía. Su figura y sus palabras no pasan inadvertidas. Quienes más la conocen la describen como una mujer “hija” de los espacios que abrió la Constitución del 91 y de las entrañas del movimiento social. Alguien que, con cierta terquedad, ha puesto a una parte del país a pensar en temas alejados del centralismo del poder y ha enriquecido con su mirada, gestos y palabras la escena política nacional.
Hace un tiempo viene hablando de unas propuestas para el país que sintetiza como “mandatos populares”: terminar la guerra, respetar los pactos con los grupos armados y negociar con los que faltan; sembrar economías para la vida, “hay que pensar —ha dicho— “en un sistema productivo que permita articular expresiones de turismo ecológico, de producción agroalimentaria, y yo creo que desde ahí podemos contribuir a frenar de alguna manera la deforestación”; reparación histórica para los pueblos étnicos, que busca enfrentar el racismo estructural y garantizar la diversidad étnica y cultural; luchar contra el patriarcado y establecer la justicia de género. Busca celebrar la diversidad y acabar con las violencias basadas en el género. Según dice, ya no es posible pensarnos como individuos sino “pensarnos con la naturaleza, entre humanos, como una gran familia”.
Francia Márquez está sacudiendo la campaña política por la Presidencia de ese letargo de los temas de siempre, los “lugares comunes” de siempre: “acabar con la corrupción”, “reducir la pobreza” y bla, bla, bla. No sé si votaré por ella para la Presidencia; de lo que sí estoy seguro esque ella está haciendo un gran aporte a la democracia y, por ende, a la construcción de un futuro más diverso y humano.
A lo mejor también en Colombia algún día tengamos que decir que ¡a Francia le debemos tanto!
