Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Guillermo Gaviria, la presidencia que se quedó en el camino

Guillermo Zuluaga

04 de mayo de 2023 - 02:38 p. m.

El puente el Vaho y el casco urbano de Caicedo distan cinco kilómetros. El camino entre estos dos lugares es una estrecha vía asfaltada sin mayores motivos que alteren los sentidos: solo pequeños arbustos, cultivos detrás de las alambradas y muchos hilillos de agua que descuelgan por la barranca.

PUBLICIDAD

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

Este breve tramo, sin embargo, marcó la vida de un hombre, una región, y posiblemente una Nación. Es un camino y también una historia mocha. Era el faltante en el recorrido de una marcha humanitaria, que arrancó en Medellín y terminaría en Caicedo, liderada por Guillermo Gaviria Correa, secundada por Gilberto Echeverri, su mentor y asesor de Paz, y con la compañía de cientos de amigos, y seguidores que se unieron al llamado. En aquel puente, Gaviria fue secuestrado el 17 de abril de 2002 y posteriormente muerto en cautiverio, el 5 de mayo de 2003, a manos de sus captores, y su muerte, junto con la de Gilberto Echeverri y un grupo de militares, se tornó en un mojón del conflicto armado colombiano. La muerte de los soldados conduele. Y también la de Echeverri Mejía, aunque su vida fue cúmulo de realizaciones: su existencia fértil perfectamente podría conjugarse en pretérito. En el “listado de pendientes”, Gilberto los tenía chuleados casi todos.

No así en el caso de Guillermo Gaviria, quien tenía aún una vida por delante. A diferencia de Echeverri, él era sinónimo de futuro, de tanto por hacer, por entregar. Por alcanzar. Su fértil presente auguraba futuros.

Proveniente de una familia con bastantes brazos en el mundo político y empresarial (algunos cuestionados por lo que algunos se referían a Guillermo como “el hijo del Negro Gaviria”), se fue a estudiar al exterior y, a su regreso, el “ingeniero Gaviria” quiso dedicarse al sector privado, un poco distante del cordón umbilical, y a soltar la adrenalina de sus mocedades en deportes de riesgo. Pero el sino -o el dios cristiano del cual su familia es bastante devota- lo trajo de nuevo a su ciudad, a su gente, y en poco más de 10 años fue un funcionario departamental exitoso y un ejecutivo con resultados en encargos nacionales, lo cual lo catapultó a una candidatura a la Gobernación que luego ganó con creces.

Read more!

Se posesionó gobernador en enero de 2002 y marcó la ruta de lo que él llamó una Antioquia Nueva, donde los indicadores no fueran los que hasta entonces tanto interesaran -kilómetros de asfalto y obras de infraestructura-, aunque también, sino un departamento donde la mejoría en indicadores de educación se mediría además en niños que tuvieran nutrición y, por tanto, pudieran concentrarse en sus estudios; donde la construcción de vivienda de interés social no fuera rellenar frías estadísticas de gestión, sino realmente Hogares para la Vida; uno que no se quejara más por erosiones e inundaciones, sino que le apostara a la reforestación con sentido práctico y social; un departamento donde sus funcionarios públicos planearan con estrategias claras y medibles, y donde rindieran cuentas públicas para recuperar la confianza en las instituciones; uno donde, mediante asambleas, los pobladores fueran partícipes del desarrollo, y los conflictos se dirimieran con diálogo y concertación. Estos anhelos tuvieron eco entre sus funcionarios, amigos, incluso contradictores políticos, y en menos de 15 meses ya había logrado que fueran nuevos mojones en la administración pública, sector donde, al parecer, ya no habría nada nuevo en cuanto a formas de gobernar. Pasaron 15 meses en su presencia, pero también 15… años y más, en su ausencia, y los anhelos de Guillermo Gaviria han tenido continuidad, incluso cuando a la Alpujarra han llegado gobernadores que no bebieron de las fuentes ideológicas o fueron de su corriente política. Los programas MANÁ, VIVA, RÍA; el túnel de Occidente, la rendición pública de cuentas, entre otros, son su huella perenne, “el legado de Guillermo”.

Read more!

Quizá por el carisma, la capacidad de armar equipos, la forma novedosa como quiso enfrentar problemas estructurales; o trabajar incluso con sus contradictores y “enemigos” –Guillermo llamó a su equipo más cercano, a una persona vinculada con un grupo armado que en el pasado secuestró a su madre-; hubo quienes prontamente vieron en él una alternativa firme no solo para Antioquia sino para Colombia. Gaviria Correa había dado muestras, con creces, de tener cualidades y calidades para sacudir más adelante el tablero de la política colombiana, hasta entonces bastante ligada a herencias partidistas, y clientelas aceitadas; o incluso más que candidato hubiera sido seguramente un presidente que revolucionara el estilo de manejar un país.

Y claro, a su favor, acumulaba experiencia pese a su juventud. Además, conocía a Colombia: durante sus años en el sector privado, pero en especial en su cargo como director de INVIAS, prefería dejar el aire acondicionado de su oficina y los mapas en escalas en verdes y grises para irse a recorrer caminos y carreteras y buscar posibles soluciones a un país que en términos de infraestructura vial parecía, no a las puertas del siglo XXI, sino atascado en los canalones y puentes de calicanto del siglo XIX.

Hay quienes además de pensarlo como opción, incluso tenían claro el momento para ello: las elecciones de 2010. Ya para entonces estaría bordeando los 50: tendría la capacidad y la vitalidad, pero también la calma que dan los años. En esos momentos en que el país tenía dos alternativas en cuanto a la solución de su conflicto armado: el plomo o el aplomo de las salidas negociadas. Seguramente Gaviria habría estado de este último lado, pues se jugaba por el diálogo, la reconciliación; Gaviria era alguien espiritual, de férreas convicciones.

Y tan férreas fueron sus decisiones de buscar alternativas, que dejó el confort que le daba su investidura y dignidad como gobernador y se fue a llevar un mensaje de solidaridad y de Noviolencia hasta Caicedo, un anodino y golpeado pueblo, con olor a caña y a café, en las montañas del occidente. Pero su marcha se detuvo en el puente El Vaho. Y unos meses después, también su marcha vital paró definitivamente.

En Caicedo se quedaron esperándolo y cada año conmemoran su muerte (su vida, mejor)

No ad for you

Hace poco, el Consejo de Estado condenó a la Nación por el operativo en que murieron Guillermo y sus compañeros de cautiverio.

Antiguos integrantes de las Farc, han dicho que su muerte se debió a “los errores de la guerra”, y aunque esa frase es casi una redundancia… ese “error” no solo privó a Daniel y a Mateo de un padre; a su familia, del hijo mayor, del “ejemplo de la casa”; privó a Antioquia de un gobernador que terminara un camino y le rindiera cuentas como él soñaba y lo inculcaba; y seguramente privó a Colombia de un presidente, con sus defectos personales u otros que le venían de sangre, como decían algunos; a lo mejor muy idealista; pero eso sí, con profundas convicciones éticas sobre la vida.

O a lo mejor su muerte no fuera “un error”, sino, por el contrario, el reforzamiento de la tesis de que Colombia se da el lujo de matar a sus mejores hombres.

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.